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El inexorable destino del muerto Soler (1 de 3)

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Rafael Emilio Soler Puig, el Muerto, declarando en el juicio de Santa Clara, el 8 de septiembre de 1961.
Rafael Emilio Soler Puig, el Muerto, declarando en el juicio de Santa Clara, el 8 de septiembre de 1961.

Estoy seguro que más de un fantasma acompañó a Emilio Rafael Soler Puig, más conocido en el hampa habanera como el Muerto Soler, cuando el 8 de septiembre de 1961 el tribunal revolucionario de la ciudad de Santa Clara dictó sentencia condenándolo a muerte por fusilamiento. Como en las obras de Shakespeare, en aquel momento clave de su existencia, cuando se le comunicaba que se le pondría fin a su dilatada carrera de asesinatos y extorsiones, aquel hombrecillo enjuto, casi insignificante, de ojos saltones como los de un búho, debe haber entrevisto las sombras de sus víctimas ensangrentadas, cercándolo, tendiendo sus manos hacia él, atrayéndolo definitivamente al no ser y a la nada.

El Muerto Soler había nacido en una familia decente a la que no tardaría de abandonar cegado por lo ilícito, lo lucrativo y lo fácil. Aquel vástago corrompido pronto se manchó las manos de sangre, labrándose un espacio en los bajos fondos habaneros. A fines de los años 40 ya era temido por sus inescrupulosidad y su disposición a hacer lo que fuese por dinero. Con toda astucia, se vinculó al Partido Auténtico, que gobernó en Cuba entre 1944 y 1952, bajo las presidencias del Dr. Ramón Grau San Martín y Carlos Prío Socarrás, los que hicieron del enriquecimiento ilícito, la corrupción y el gansterismo los lastres principales de la nación cubana.

En la mañana del domingo 17 de octubre de 1948, en la oficina del Sindicato de la Empresa Naviera, ubicada en la habanera calle de Oficios 259, se encontraba reunidos un grupo de dirigentes obreros de afiliación comunista, discutiendo la denuncia que presentarían ante el Ministerio de Trabajo contra el mal manejo de los fondos sindicales que venía haciendo Alberto Gómez Quesada, alias Galate, nombrado días antes, por el mismo Ministro de Trabajo del gobierno de Carlos Prío, como Secretario General del Sindicato  de Braceros del Puerto.

Esta medida, que tendría graves consecuencias, formaba parte de una línea del gobierno que, siguiendo las indicaciones explícitas de la embajada norteamericana en tiempos de la Guerra Fría, buscaba desplazar a los comunistas de los principales cargos sindicales del país, a como diese lugar, apelando incluso a la violencia y el asesinato. En el caso específico del Sindicato Portuario, fundado el 20 de mayo de 1892, había estado dirigido desde 1940 por el líder negro comunista Aracelio Iglesias, vencedor en sucesivas elecciones. Precisamente, en 1948 acababa de serlo con el voto de 989 de los 1300 miembros del sindicato. Y esto era lo que no se iba a permitir.

La reunión de aquella mañana de domingo del mes de octubre de 1948 no solo iba encaminada a trazar una línea de resistencia contra las arbitrariedades del gobierno de Prío, que incluía el acoso al periódico Hoy, órgano del Partido Socialista Popular, y el asalto y ocupación, por esquiroles armados con ametralladoras, de la Central de Trabajadores de Cuba, desplazando por la fuerza a su líder, Lázaro Peña. No era una exageración tildar de corrupto y ladrón a Galate: en el mismo atestado por la causa de lo sucedido ese día, la número 132-A-948, el Buró de Investigaciones de la Policía reconocía que este “… había creado disgusto entre los trabajadores por el mal manejo de los fondos sindicales, restando simpatía y confianza”.

A las 11.45 de esa mañana trágica, un grupo de gánsteres armados, encabezados por Galate, irrumpió en la reunión disparando. Entre ellos, como era de esperar, se hallaba el Muerto Soler a quien, al ser detenido, se le ocupó una pistola de 9 mm. Galate se dio a la fuga, siendo también detenido horas después, mientras se distraía en un café de la capital. Otros cuatro de sus pandilleros terminaron arrestados.

El saldo del ataque fue nefasto; el líder Aracelio Iglesias resultó muerto de cuatro balazos, mientras que los braceros Juan José Víctor Izaguirre y Lázaro Valdés Gil resultaron heridos.

En el informe del Buró de Investigaciones se señala a Rafael Emilio Soler Puig como empleado de la Oficina de Control del Puerto, a todas luces una botella del gobierno, “… adicto a Galate y afiliado al Autenticismo”.

No pasó nada. El crimen quedó impune.  Las autoridades no se molestaron en perseguir a los autores materiales ni intelectuales del asesinato. El Muerto Soler siguió dándose la buena vida sin trabajar, gozando de las botellas del gobierno de Prío y entrando en todo negocio ilícito que le pusieran a tiro. Hay versiones que lo ubican como miembro honorable de la Policía Secreta, con licencia para extorsionar y lucrar sin consecuencias.

Pero, como suele suceder en estos casos, el Muerto Soler no supo, ni podía saber, que el destino anudaba el rastro de sus fechorías; conservaba la vil memoria de sus “hazañas” e iba destejiendo el tenue hilo de su vida, por cada abuso y cada crimen que cometía…  

(Continuará) …

Aracelio Iglesias, el líder portuario asesinado el 17 de octubre de 1948.