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HITLER EN PRIVADO: UCRANIA Y EL DONBASS (3/3)

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ITLER EN PRIVADO: UCRANIA Y EL DONBASS
ITLER EN PRIVADO: UCRANIA Y EL DONBASS

Por Elíades Acosta

Ucrania estaba constantemente presente en las conversaciones de sobremesa de Hitler en aquellos años de 1941 y 1942, en que sus divisiones avanzaban hacia el este, empujado al Ejército Rojo hasta Stalingrado. Era lógico que cierta euforia triunfalista permeara sus infinitos monólogos sobre el futuro luminoso que esperaba a una Alemania vencedora en todos los frentes. Y en esos delirios, Hitler confirmaba que reservaba para las feraces tierras negras ucranianas el papel de granero de Europa.

Ya hemos abordado, en las partes anteriores de esta serie, que el pensamiento estratégico de Hitler jamás consideró aliados a los nacionalistas ucranianos al servicio del Tercer Reich. Se les perdonaría la vida mientras sirviesen de carne de cañón en el frente soviético, y como crueles genocidas en la retaguardia, persiguiendo y asesinando judíos, ucranianos y miembros de otras minorías étnicas. Ucrania, de acuerdo a lo planeado, serviría como territorio a colonizar por alemanes y nórdicos, y los frutos de su agricultura, junto a los acopiados en otras regiones, deberían garantizar la autarquía o autosuficiencia alimentara alemán.

Ya he escrito antes que las producciones de cada región conquistada por la Alemania nazi formaban parte de un esquema imperial de autarquía, desde el trigo hasta los huevos y el caucho; desde las naranjas hasta el algodón. Hitler solo se lamentaba ante sus invitados, en aquellas conversaciones de sobremesa, que aún no había logrado establecer qué país conquistado debería proveer de café al Reich, pero que eso se resolvería arrebatando “alguna colonia”.

Las potencialidades productivas de Ucrania, ocupada en 1941, deslumbraban a Hitler. “Para emprender la explotación de Ucrania, ese nuevo imperio indio-expresó en la sobremesa del 26 de octubre de ese mismo año, ante su invitado, el almirante Kurt Friecke-solo necesito paz en el oeste. La policía de fronteras será suficiente para garantizarnos la tranquilidad necesaria mientras explotamos los territorios conquistados… Para nosotros se trata de conseguir las mayores ventajas en le economía continental. Es ridículo pensar en una política mundial mientras no se domine el continente”

En la conversación tras la cena del 12 de noviembre de 1941, en las que tuvo como invitados al oficial de las SS Hugo Blachke, su dentista personal, y al Dr. Ronald Richter, un científico de origen austríaco que investigaba sobre la energía nuclear, Hitler comentó que “…si aumentamos solamente en un 50% la producción de Ucrania, daremos pan a 25 o 30 millones de hombres más. El mismo punto de vista será válido para los países bálticos y Bielorrusia… Sería ridículo no poner orden en este continente”.

Ucrania, que el aumento esperado de sus producciones agrícolas no sería para mejorar la alimentación o el nivel de vida de su población. Esta solo era considerada mano de obra esclava, pero no beneficiaria de los frutos de su propio trabajo. Así lo expresó en la sobremesa del almuerzo del 9 de julio de 1942, al referirse a que ni la población del Reich debería esperanzarse con los frutos ucranianos, mucho menos la autóctona, a la que solo le correspondía trabajar:

“La nota de prensa con motivo del viaje del ministro de los Territorios del Este a Ucrania, ha sido un error. Efectivamente, es inútil hacer saber a la población que debe abstenerse de mantener esperanzas sobre la posibilidad de que después de la cosecha sean aumentadas las raciones individuales… Si una cosecha fuese mala, lo que cabría hacer es desarrollar al máximo la producción de esas tierras excepcionalmente fértiles”

No había ambigüedad en esas palabras: los alemanes serían los destinatarios de los productos agrícolas ucranianos, en ningún caso los propios trabajadores que los sembraban y cosechaban. Y si esto no quedaba suficientemente claro, Hitler se encargó de dejarlo inequívocamente establecido en la sobremesa de la cena del 9 de agosto de 1942, en presencia de los líderes provinciales del partido nazi, Simón, Wagner y Bürckel:

“Ucrania suministraba cada año de 13 a 14 millones de toneladas de cereales. Incluso, si como organizadores no valiésemos más que la mitad de lo que valen los rusos, ello no dejaría de representar 6 millones de toneladas que sacaríamos de Ucrania”.

Contrariamente a lo que repiten como enajenados los ucronazis, Hitler no fue un libertador del país, ni tenía otro plan para la nación que no fuese el aniquilamiento de la población local, tras usarla como carne de cañón y mano de obra esclava. Su patria sería colonizada por alemanes y nórdico, dejaría de ser independiente para constituirse en una provincia del Reich. Pero de nada de eso hablan y todo lo ocultan con esmero para poder presentarse al público con un discurso mesiánico en el cual los enemigos no son los admirados nazis, sino los judíos, eslavos, gitanos y otras minorías étnicas.

Todo esto es lo que, con absoluto maquiavelismo y alevosía, han usado en su provecho Estados Unidos y las potencias occidentales, quienes tampoco aman al pueblo ucraniano. Lo han lanzado a una confrontación con Rusia, donde a cambio de promesas vanas, deberá aportar los muertos y la destrucción del país.

¿Qué se habla hoy en las sobremesas de las reuniones de la OTAN sobre el futuro de Ucrania y buena parte de Europa? Estoy seguro que, de llegar a saberlo, nos sorprenderíamos. Y no pocos conceptos allí vertidos nos sonarían muy familiares.