Inicio Rafael Guillermo Democracia vs Policía una relación directamente proporcional

Democracia vs Policía una relación directamente proporcional

658
Rafael Guzmán
Rafael Guzmán

“El orden no es la simple presión que desde afuera se ejerce sobre la sociedad, sino un equilibrio que se suscita en su interior.”
-Ortega y Gasset-

La Policía es una de las instituciones del Estado más importantes, no solo porque contribuye a la seguridad ciudadana y al cumplimiento de la ley, sino también, porque proporciona la debida sostenibilidad y garantía al orden democrático de una nación. No obstante su amplio abanico de responsabilidades y su contacto permanente con los ciudadanos, sigue siendo una institución poco conocida y muy poco estudiada, por lo que llega a ser estigmatizada por la sociedad a la que sirve.Ha sido considerada históricamente como un instrumento coercitivo, subordinado a los intereses políticos. Esta escasez de estudio del tema de policía lo analiza David H. Bayley (1985) en Patterns of Policing, New Brunswick, N.J., y el cual atribuye a tres razones principales tal abandono:

1.- No se considera a la policía como actor decisivo en los acontecimientos más relevantes de la historia. (Al tratar las ciencias policiales como una actividad de exiguo prestigio frente a la imagen heroica de las hazañas militares).

2.– Una prolongada tradición de secreto en sus actuaciones, heredadas del estilo propio de las instituciones militares.

3.- Los juicios y reacciones de la comunidad académico-científica que oscilan entre los afectos y comprensión de su labor, y por otro lado, los afectados por los prejuicios ideológicos partidistas, lo que puede inducir a enfoques ya sean elogiosos en un caso o descalificadores en otro, impidiendo la necesaria neutralidad que exige un análisis riguroso del tema en cuestión.

A estas tres razones señaladas nos atrevemos a agregar una cuarta: que los investigadores externos en temas policiales suelen generar sospechas en sus miembros y a la vez, no creen en el sistema de informaciones que les pueda proporcionar la policía, llevando a estos a pensar que si asumen como válidos esos informes, ellos serían vistos como cómplices de las estructuras de poder.

Por estas razones, es evidente que resulta poco atractivo o rentable dedicarse a las ciencias policiales pudiendo estos encontrar en otras áreas del Estado temas mucho más interesantes y de menor resistencia.

Considerando a la policía como parte del tablero de la organización social, es natural que el modelo policial sufriera los mismos cambios políticos con el choque de tendencias que irían surgiendo en las diferentes épocas: sociedad rural/sociedad urbana; dictadura/liberalismo; militarismo/civilismo o centrismo/de centralismo.

Desde que la revolución francesa consagrara el principio fundamental de que la ley es la garantía de los derechos ciudadanos y proclamó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (26 Agosto 1789) donde establecía su artículo 12 lo siguiente: “La garantía de los derechos del hombre y del ciudadano necesita de una fuerza pública. Esta fuerza se instituye por tanto, para beneficio de todos y no para la utilidad de aquellos que la tienen a su cargo”.

Desde esa época se gestaron dos tipos de modelos: Continental (francés) y Anglosajón (inglés), cada uno con características diferentes y más bien contrapuestas:

1.- Modelo continental-europeo: estructuras organizativas militarizadas, centralizadas y alejadas de la sociedad.

2.– Modelo anglosajón: Organización civil, descentralizada y próximo al ciudadano.

Rol de la Policía en un sistema democrático
Antes de abordar este aspecto es oportuno recordar a nuestros lectores que la creación de la policía dominicana viene influenciada por el sistema continental y, el último cuerpo de policía, fue fundado el 2 de marzo del año 1936, bajo un régimen legalmente democrático pero funcionalmente de corte autoritario, y que luego de la dictadura caímos bajo la influencia de la geopolítica mundial de la guerra fría, donde las principales amenazas eran ideológicas.

Por vía de consecuencia la Policía fue diseñada con estructuras organizativas militarizadas para cumplir con las tareas del necesario control político y reprimir las disidencias, además debía estar lo más lejos posible de los “civiles” (sociedad) para evitar contagios.

Giacomo Barletta (1996- pág.163) en su obra “Evolución de la imagen de la policía y sus condicionantes” decía sobre la imagen de la policía en ese período que: “fue el brazo armado del poder político, ejecutora y realizadora de todas las opresiones y represiones”, cuyos miembros ñgente ruda, sin preparación y mal pagada- vivían a espalda de la sociedad, imagen que, al menos en Europa occidental y debido a la evolución sociopolítica, se relacionaba cada vez más con el pasado.

Por eso, entendemos que para la transición de la institución policial a un sistema democrático se deben dar dos cambios culturales simultáneos: la concientización de los miembros policiales de su nuevo rol, sobre sus derechos y obligaciones, por un lado, y de la propia comunidad y opinión pública en el nuevo papel del Estado-sociedad por el otro, pues no es la policía que debe moldear a la sociedad, sino es la sociedad la que debe moldear a la policía. (Las sociedades poco civilizadas tienen policías represivas, pero las sociedades civilizadas tienen el privilegio de tener policías profesionalizadas). En este punto se resalta la importancia de las sabias palabras del gran educador Ortega y Gasset que tomé como cita de referencia en el presente artículo: “El orden no es la simple presión que desde afuera se ejerce sobre la sociedad, sino un equilibrio que se suscita en su interior”. Por tanto es una policía bien preparada profesionalmente, modernamente equipada, bien pagada y finalmente próxima a la sociedad la que necesitan las naciones democráticas.

Policía moderna en una sociedad democrática
Concluyendo el análisis de este artículo luego de haber tratado el aspecto de la policía en los sistemas democráticos, además de lo planteado en nuestro artículo anterior, donde estudios estadísticos colocan al tema de la seguridad ciudadana en el primer lugar como prioridad nacional, podemos considerar que la policía constituye no solo un instrumento de poder del Estado, sino también una valiosa herramienta cooperante en la compleja tarea de consolidar la democracia. (Observen que las más sólidas democracias del mundo poseen buenas organizaciones policiales, y viceversa, en las democracias débiles tienen policías mal equipadas, corruptas y mal valoradas).

Los gobiernos en su afán de extender su influencia y control sobre los poderes tradicionales y sobre el conjunto social incluyen a la policía en sus planes estratégicos, para lo cual influyen en la selección, promoción y designación de su máxima dirección de miembros supuestamente a fines a su ideología partidista, dejando de lado casi siempre sus capacidades académicas, experiencia de mando y liderazgo institucional. Este asunto, junto al continuo enfrentamiento entre fiscales y policías, y una nueva doctrina policial que cambien la cultura institucional, son a nuestro entender las tareas impostergables para lograr los objetivos deseados.

Por tal razón entendemos que en un sistema democrático, el mantenimiento del orden no es más que el justo equilibrio entre las diferentes fuerzas sociales que interactúan dentro de la sociedad y las formas de buscar las soluciones de conflictos, típicos de nuestra sociedad, lo que implica que la policía está siempre buscando solución a los problemas en escenarios de permanente conflictividad por un lado, y por otro, la gran tarea de prevenirlos. Procurando con su accionar mitigar o evitar la desintegración social utilizando los escasos medios a su alcance para generar en la misma sociedad el nivel de civismo necesario para su normal funcionamiento dentro de un clima de paz y respeto a sus derechos fundamentales.

El ambiente de trabajo de los agentes policiales en medio de la crisis, la constante incertidumbre y el enfrentamiento a todos los delitos y peligros, sin adicionar a esto, que es un agente mal pagado, mal equipado y mal entrenado; y una sociedad en la que tiene que ejercer sus funciones de protección que cada vez pierde sus valores sociales me recuerdan una expresión del jurista y político francés Maurice Duverger: “Cuando las personas no creen ya en sus sistemas de valores, la sociedad no se mantiene más que por la policía”.

En definitiva, en las naciones que gozan de sistemas democráticos la prevención de la vital seguridad ciudadana es la equilibrada combinación correcta y coordinada de varios aspectos: vigilancia policial (sin llegar a ser invasiva de la intimidad de los ciudadanos): profesionalización y tecnificación para combatir la delincuencia, un sistema de justicia eficiente y ágil que satisfaga el deseo de que se haga justicia a aquellas víctimas directas y colaterales producto del crimen, un sistema penitenciario capaz de lograr la reinserción de sus internos, todo esto con el concurso de las estructuras organizacionales del mismo Estado y de la sociedad en su conjunto, no solo en acercamiento y proximidad a esas instituciones, sino también para lograr una real y efectiva rendición de cuentas a la nación (transparencia y respeto a los derechos humanos).

Deseamos finalmente dejar abierto el debate a la reflexión crítica sobre las interrelaciones políticas, sociales, económicas y también culturales de nuestra sociedad dominicana, ámbito de actuación donde la policía ejerce sus funciones permanentemente, pues sin esa reflexión, complementada con el pensamiento crítico de los diversos segmentos de la sociedad, la institución policial corre el riesgo de cometer errores injustos en su accionar que sean contrarios a los principios democráticos y la legalidad propia de un Estado de Derecho, asumiendo que la tarea de la policía es ajustarse siempre dentro del marco de la legitimidad para que todos en su conjunto, y conscientes de la importancia que tiene la policía para la consolidación de la democracia, cooperemos en el proceso de su transformación, y con el diseño y ejecución de las políticas públicas, asumiendo la misma sociedad (que también tiene que adquirir consciencia de su propia evolución) lo dicho por Ortega y Gasset de que el orden es aquel que se suscita dentro de la misma sociedad.