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¿Desaparecerán algún día los dictadores?

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¿Desaparecerán algún día los dictadores?

Los ciudadanos que viven en democracia a menudo asocian las dictaduras a la represión, el abuso de los derechos humanos, la pobreza y los disturbios.

De hecho, esos sistemas de gobierno han costado incontables vidas, incluyendo las de los 49 millones de rusos que murieron bajo el régimen de Joseph Stalin y las de llos más de tres millones de camboyanos que fallecieron durante el mandato de Pol Pot, líder de los Jémeres Rojos.

Dadas estas estadísticas, terminar con la dictadura de una vez por todas parecería un objetivo global.
¿Pero es eso probable? ¿Y cómo podrían cambiar las cosas para este tipo de líderes en el futuro?

Los términos «dictador» y «dictadura» pueden ser, por supuesto, subjetivos; incluso peyorativos.

En el mundo académico, sin embargo, tienen definiciones objetivas y medibles.

Según Natasha Ezrow, profesora del departamento de gobierno en la Universidad de Essex, Reino Unido, la mayoría de los expertos que comienzan a estudiar las dictaduras lo hacen a partir de una definición simple.

«Cuando no hay rotación en el poder ejecutivo, entonces es una dictadura», dice.

Esto significa que las dictaduras se construyen en torno a un individuo que estableció un culto a la personalidad, un solo partido de gobierno o una oligarquía militar.
Aunque las dictaduras –como las ven los investigadores– suelen también tener otras características.

A diferencia de los monarcas, quienes provienen de un muy pequeño grupo de personas –normalmente una familia real–, los dictadores pueden ser elegidos de entre una mayor porción de población.

Sin embargo, la coalición ganadora suele ser muy pequeña y, de igual forma, suele depender de relativamente poca gente para mantenerse en el poder.

Como comparación, en Reino Unido el partido ganador suele necesitar del apoyo del 25% de la población y en Estados Unidos del 30%. Pero en algunos países el número de personas que realmente tienen algo que decir sobre quién se queda en el poder puede ser tan reducido como unos cuantos cientos.

Las dictaduras pueden o no incluir algún grado de terrorismo de Estado, pero de acuerdo a los investigadores casi siempre implican confabulación, especialmente la apropiación de fondos estatales para una selecta camarilla de amiguetes.

«Cuando necesitas el apoyo de unas pocas personas para permanecer en el poder, entonces la forma más eficiente de gobernar suele ser a través de la corrupción, el soborno, el chantaje, la extorsión, etcétera», dice Bruce Bueno de Mesquita, profesor de política de la Universida de Nueva York, EE.UU.

«Puedes hacer que un pequeño grupo de gente te sea leal pagándole muy bien».

Así, un dictador que emplea estas técnicas no trabaja en beneficio de una población mayor, sino para favorecer a un puñado de personas de quien él –históricamente siempre ha sido un hombre– depende para seguir teniendo el control.

«Este mal comportamiento no es una patología inherente a las personas, ni se debe a la mala suerte de tener líderes psicópatas», explica Bueno de Mesquita. «Es porque la estructura política induce a esos comportamientos».

Incluso después de pagar a los compinches, siempre habrá una gran cantidad de dinero que manejar y esa es la que de verdad pone a prueba el carácter del dictador, de acuerdo a académicos como Bueno de Mesquita.

Y es que el dictador podría apropiarse del dinero o podría usarlo para mejorar la vida de los ciudadanos.
Pero incluso si optara por la segunda alternativa –muchos dictadores lo hacen–, esto tampoco significa que las cosas vayan a ir bien.

Tener unas intenciones genuinamente buenas para la sociedad no se traduce automáticamente en tener buenas ideas para implementar estas intenciones, tal como algunos demostraron de forma desastrosa.

En sus intentos de mejorar el bienestar de los ciudadanos, algunos de estos líderes autoritarios lo empeoraron. «Así que las dictaduras podrían funcionar, pero apostar por ellas es muy arriesgado», señala Bueno de Mesquita.

«Es fácil ser cleptocrático y mucha gente tiene ideas realmente malas».

Además de los anteriores, los investigadores identifican otro problema común asociado a estos sistemas de gobierno.

Los dictadores no son malos por definición, pero muchos comparten unos rasgos de personalidad particulares y desafortunados; delirios de grandeza o falta de empatía, por ejemplo.

«Probablemente la oferta de trabajo de dictador apela a la gama más desagradable de nuestra especie: los narcisistas», dice Steven Pinker, profesor de psicología de la Universidad de Harvard, en EE.UU.
Por lo tanto, vivir bajo una dictadura podría tener muchos inconvenientes.

Y más gobiernos de los que piensas podrían ser etiquetados como dictaduras, de acuerdo a la definición académica.
De hecho, Freedom House, una organización no gubernamental con sede en Washington, EE.UU., que investiga y promueve la democracia, calcula que cerca de dos tercios de la población mundial vive bajo una dictadura y que 2.000 millones de personas sufren un gobierno opresivo.

Además, el organismo asegura que a díade hoy persisten 106 dictaduras y dictaduras parciales, lo que representa el 53% de las naciones del mundo.

Los factores causales que dan lugar a estos sistemas no han cambiado mucho con los siglos.
Algunos de los primeros se establecieron en la Roma Clásica en situaciones de emergencia.

«A un individuo como Julio César, por ejemplo, se le daba mucho poder para ayudar a una sociedad a hacer frente a una crisis. Y una vez superada la situación, se suponía que debía abandonar el poder», explica Richard Overy, un historiador de la Universidad de Exeter, Reino Unido.
«Pero por lo general no solían estar dispuestos a renunciar a él», añade.

Y sentencia: «No creo que hayamos visto el fin de las dictaduras, como no hemos visto el fin de las guerras».
Pero así como la violencia en su conjunto ha disminuido a través de la historia, también lo ha hecho el número de dictaduras desde 1970, cuando cayeron los regímenes de América Latina y Europa de Este.

Aunque hay ondulaciones: el colapso de la Unión Soviética estuvo acompañada de un declive de las dictaduras, pero ahora muchos de los países que entonces pertenecían a la unión están dando pasos en dirección a esa forma de gobierno.

En general, sin embargo, los regímenes autoritarios son más escasos que en el pasado. BBCmundo