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    Las encuestas electorales

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    » […]Las batallas electorales no son batallas, son competencias. […] éste es un sistema político que se caracteriza porque el que gana no gana todo y el que pierde no pierde todo. El sistema, su praxis, su tradición, lleva a que los ganadores sean siempre ganadores relativos y los perdedores también sean perdedores relativos […]»

    Desde la época de siempre, los seres humanos hemos tenido temor a cualquier herramienta que pudiera predecir o darnos una referencia del futuro, eso ha hecho que las encuestas, en especial las electorales, hayan permanecido en el ojo del huracán históricamente, y ha sido así desde la primera que aplicó el periódico Harrisburg

    Pennsylvanian en 1824, averiguando las preferencias de los ciudadanos de Wimiltown en Estados Unidos.

    Sin duda alguna, los estudios demoscópicos son un instrumento plenamente acreditado en otros países. Sin embargo, en el nuestro han motivado una polémica sobre el rigor científico y sobre el uso político de sus resultados.

    La controversia está basada en ¨teorías¨ que nada tienen que ver con la validez de las mismas como técnica de investigación. Quienes se resisten a creer en sus resultados, lo hacen en base a suposiciones inconsistentes en las que predomina la idea de que la muestra no es realmente representativa del universo de votantes, sino del «grupito» pertenecientes a determinados partidos políticos o que los resultados son manipulados a favor de un candidato.

    Sin embargo, la experiencia ha demostrado que estas suposiciones están lejos de la verdad. En 1936, la famosa revista norteamericana, Literary Digest, perdió prestigio y terminó por desaparecer debido a que intentó hacer su propia encuesta, enviando a diez millones de norteamericanos formularios para que los llenasen por sí mismos. Fue un verdadero desastre. Pero sirvió para demostrar que el tamaño de la muestra no es tan relevante como la profesionalidad y la experiencia de quienes la elaboran, eso es lo que establece la relación de los resultados de la encuesta con los de las elecciones.

    En la década de los 30 del siglo pasado, Alex Miller, quien pretendía ser secretaria de Estado en Iowa, contó con el apoyo técnico de las encuestas de su yerno George Gallup para su campaña electoral. Gallup hizo posteriormente su tesis doctoral sobre técnicas de muestreo y fundó una de las empresas de encuestas más famosas del mundo.

    Desde entonces, lo que ha pasado es que la discusión se ha centrado en la forma y no en el fondo. Una encuesta no puede interpretarse en función a una respuesta única de cómo votarían los ciudadanos, ya que esto no ofrece una visión completa de la realidad, porque los números pueden ser muy buenos o muy malos en función del contexto de cada partido o candidato y del comportamiento del mismo en un periodo de tiempo. No de manera aislada.

    Esto quiere decir, que si analizamos el contexto actual en República Dominicana, por ejemplo, en relación a las últimas encuestas publicadas de las reconocidas firmas Asisa

    Research Group, Gallup y Penn & Schoen, se debe asumir como resultado que Leonel Fernández es el político favorito de los dominicanos para la Presidencia de la República en el 2016.

    Veamos: Asisa establece que Fernández ganaría la Presidencia en primera vuelta si se enfrenta a Mejía, con 50.6% contra el 30.5%; frente a Vargas alcanza 51.6 contra 19.7% y vencería a Abinader con 51.1 a 32.4%.

    La Gallup le da un 46% a Fernández frente a Mejía que sacaría 31.8%; contra Abinader alcanzaría 43% a 40.8% y frente a Vargas llegaría a 51.7% contra el 20.5%.

    La firma Penn & Schoen señala que Fernández ganaría las elecciones con el 51% si el candidato del PRD fuera Miguel Vargas y alcanzaría solo el 48% si la competencia fuera tanto con Mejía como contra Abinader.

    Otro escenario favorecer que la Gallup da Leonel Fernández es que el 30 por ciento de la población cree que será el próximo presidente de la República, mientras que solo el 6.4% cree que será Abinader y 4.4% piensa que será Mejía

    Entonces, este ejemplo nos ofrece una visión clara y consistente del panorama actual, esto porque las encuestas cuantifican algo que está en la conciencia colectiva, presenta el escenario de cómo el electorado valora a un candidato frente a otro y por lo tanto le ofrece a los partidos la posibilidad de redireccionar su propaganda en búsqueda de mayor aceptación.

    Ayudan al candidato a tener una visión objetiva del proceso electoral y a cumplir con los objetivos que se propuso cuando inició la campaña: ganar la elección.

    Esto, contrario a los que creen que la principal información que aportan las encuesta, consiste en adivinar el porcentaje de votos que obtendrá el candidato el día de la elección.

    Además, en los tiempos que corren, los ciudadanos están cada vez más informados de lo que ocurre en los procesos electorales y el margen de abstinencia es considerable, por lo tanto un candidato tiene la necesidad de saber qué piensa la población de los temas importantes, y de cómo lo ve el electorado frente a su opositor, su discurso caerá el vacio.