EL NUEVO HERALD.- El destacado fotógrafo, cineasta y profesor de arte cubano Mario García Joya falleció la noche del pasado viernes en su casa del suroeste de Miami, víctima de una enfermedad neurológica degenerativa. Tenía 84 años.
“Era mi vida. Me dio la mitad de mi vida. Estoy muy dolida. Siempre pensé que viviría 100 años porque era un hombre muy fuerte. Hoy lo cambiaría todo por tenerlo aquí. Nada compensa el dolor”, dijo a el Nuevo Herald su viuda, la actriz y directora de teatro Yvonne López Arenal, quien estuvo junto al fotógrafo más de 30 años. “Mayito era muy tímido, amigo de sus amigos y muy generoso. No era un hombre de rencores. Como artista fue muy grande. Era un gran detallista. Fue el alma del grupo Akuara Teatro”.
Mario García Joya nació en Santa María del Rosario, La Habana, el 28 de julio de 1938.
A mediados de la década de 1950 estudió Artes Plásticas en la Academia de Bellas Artes San Alejandro en La Habana y con el tiempo se graduó de Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad de La Habana.
En 1959 comenzó como fotógrafo del suplemento literario Lunes de Revolución y desde 1960 se sumó al Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográficos (ICAIC).
Su filmografía cubana abarca más de noventa películas, entre las que se destacan Fresa y chocolate (1993), Contigo en la distancia (1992), Cartas del parque (1987), Hasta cierto punto (1982) y La última cena (1976). En Estados Unidos dirigió la fotografía de Ahora sí (2003), Cuba linda (2001), Las lágrimas del alma (2000), The Princess and the Barrio Boy (2000) y Coraje (1998), entre una decena de títulos.
García Joya fue cofundador de la Fototeca de Cuba. A lo largo de su carrera impartió seminarios y conferencias en la Casa de la Cultura Ecuatoriana y la Universidad de Quito; el Museo Nacional de Antropología, la Cineteca de México, el Palacio de Bellas Artes de México; la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de Los Baños, (Cuba); la Universidad de Irving (Texas); el Festival de Cine Latino de Los Ángeles (California), el International Center of Photography y en la Escuela de Artes Visuales de Nueva York , entre otras instituciones.
Sus reconocimientos incluyen el Primer Premio del Festival Internacional del Cine en Bogotá (Colombia, 1991 y 1986), Primer Premio del Salón Internacional del Ministerio de Cultura Húngaro en Budapest (Hungría, 1984), Premio Ensayo Fotográfico de Casa de las Américas en La Habana (1981) y el Diploma de Honor a la Fotografía en la Exposición Internacional de Libros en Leipzig (Alemania, 1977), entre muchos otros.
Entre los innumerables premios obtenidos en equipo, el fotógrafo recibió el Premio Goya a la mejor película extranjera de habla hispana de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de España (1995), Premio Especial en el Sundance Festival de Utah, Estados Unidos (1995), Oso de Plata Especial en el Festival de Cine de Berlín (Alemania, 1995), Premio a la Mejor Película del Festival de Guadalajara (1995), Premio Coral en el XV Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana (Cuba, 1993) y una nominación para el Oscar en la categoría de mejor película extranjera por Fresa y chocolate, en 1995.
A nivel personal sus obras forman parte de la colección permanente del Centro Internacional de Fotografía de Nueva York, el Centro Cultural de São Paulo (Brasil) y en el Centro de Estudios y Archivo de la Comunicación en Parma (Italia).
“Mayito” fue miembro de la junta directiva del Instituto Cubano Americano de Los Ángeles y en el 2002 la Fundación John Simon Guggenheim Memorial de Nueva York honró su trayectoria con una de sus prestigiosas becas de creación. Entre sus múltiples méritos sobresalen la fundación de Akuara Teatro y el Instituto Cultural René Ariza, junto a Yvonne López Arenal.
Para el crítico de cine Alejandro Ríos, el fotógrafo dejó plasmados para la eternidad momentos icónicos del mundo del espectáculo cubano en las antípodas del castrismo y su falsa moral socialista.
“Cuando se dilucide el término ‘cubanidad’ habrá que regresar a esas imágenes vitales y reveladoras de una idiosincrasia. Por otra parte, García Joya ocupa un lugar indiscutible en la filmografía cubana con su narrativa poética sin aspavientos, ni truculencias, de memorable franqueza. El supo escoger la libertad a tiempo e hizo dejación de seguir haciendo arte bajo la opresión y la incertidumbre”.
“Deja ver qué dice Mayito”, agregó el crítico José Antonio Evora. “Esa frase se la oí decir unas cuantas veces a Tomás Gutiérrez Alea (Titón) cuando estaba preparando Fresa y chocolate y se ponía a estudiar una escena en el guión. La confianza que Titón tenía en el juicio de Mario García Joya no era solo la de un director que quiere consultar planos con su fotógrafo: me parece que era también la de alguien que sabía que su amigo era un artista capaz de “ver la película” antes de filmarla. Y era aleccionador oír luego a Mayito indicándole cuál creía que era la mejor manera de rodar la escena. Se fue un maestro”.
