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    San Valentín: Cupido cambió su arco y sus flechas por el teléfono móvil y redes sociales

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    El 14 de febrero de cada año me hace recordar mi adolescencia, no sólo por los resultados biológicos de la también llamada “edad del pavo”, que supone la irrupción de una nueva etapa en nuestras vidas,  que anuncia el fin de la infancia y la llegada de la adolescencia, sino porque para “la época del amor y de la amistad” me iba muy bien.

    Sí, ¡muy bien!, no simplemente por los “regalitos” que me daban las féminas conquistadas por el buen uso del idioma de Cervantes (autor de Don Quijote), además por el dinerito que colectaba ayudando a los muchachos del barrio a escribir cartas de amor a sus queridas dulcineas.

    UN ALIADO DE CUPIDO

    ¡Así es!, como les dije, desde muy temprano me dediqué a aprender las técnicas de invocar al amor a través de las palabras; escrita y oral, aprendiendo de dos de mis principales maestros: Mí querida madre y mi tío Baudilio Jiménez (Chachá).

    Ambos incidieron, sin que se dieran cuenta, en mi pasión por los versos, poemas y poesías. Mi madre, Doña Cecilia, ha escrito libros de poemas, versos y poesías y mi tío Baudilio también, además fue un gran declamador.

    Con la cercanía de estos ejemplos era “normal” que un jovencito de apenas 12 años de edad, adquiriera por lo menos nociones de esos puntos nobles de nuestro idioma. ¡Leyéndolos y escuchándolos!

    Eso, y además el no poseer un rostro parecido a la sensación del momento, al de los adolescentes de los grupos de canciones juveniles: Los Chicos, Los Chamos, La Pandilla, La Rondallita, Pedrito Fernández, entre otros, que volvían locas a las jovencitas, me motivó a desarrollar “técnicas persuasivas”(Dar muelas), que sustituyeran las caras de Adonis de esas estrellas. Tuve que aprender a conquistar con las palabras por las carencias de dichos atributos físicos.

    Eso me dio resultado, logré impactar a las jovencitas de la época por la fluidez de mis palabras (con muchas lagunas, naturalmente), ya que mientras mis contemporáneos estaban jugando “caman ahí”, “la patá del jarro”, “Criquing” o “el topa´o”, yo me deleitaba escuchando el LP (disco de pasta) de Enrique Lizalde, interpretando los poemas de José Ángel Buesa o leyendo el libro del mismo autor, titulado Antología Poética Total. También los poemas del Indio Duarte.

    Por eso, cuando llegaba la época en que el amor suele culturalmente invocarse más, me convertía en un colaborador de Cupido. Sirviendo de vocero y hasta de “intérprete” a mis amigos del barrio y de la escuela, que a través de “cartas de amor” le confesaban a la damisela que le robaba el sueño, hechizándolo con sus encantos naturales.

    Por supuesto, esa colaboración con el angelito que simboliza el amor, llamado Cupido, siéndole honesto, en algunos casos tenía un precio: cinco centavos por cada carta. Garantizando, naturalmente, total discreción, ya que el objetivo era que “el cliente” impresionara a su pretendida, aparentando que quien escribió la carta fue él.

    CUPIDO CAMBIÓ SU ARCO Y SUS FLECHAS POR EL TELÉFONO Y LAS REDES SOCIALES

    Aunque parezca jocoso el contenido del presente artículo, en realidad lo que procuro en el fondo es que analicemos como se han perdido aspectos humanos que nos hacían más sensibles a esos sentimientos especiales, que aferran a las parejas al compromiso profundo de amar y ser amados.

    En esa época que relato más arriba, el simbolismo de Cupido era la interacción personal. Por eso al enviarle cartitas de amor a una pretendida, preparaba el terreno para ese encuentro especial. Ya no se tenía que hablar mucho, pues a través del papel se marcaba con tintas sus sentimientos e intenciones. Simplemente esperábamos el “sí”.

    Sin embargo, las cosas han cambiado con la llegada al mundo de la tecnología. Ahora, a través de las redes sociales puedes hacer contactos con cualquier admirador o admiradora. Ya poco importa que él/la pretendiente tenga dificultades para escribir. Basta que tenga el tiempo para organizar una línea permanente de ataques persuasivos, sobre todo si la pretendida o el pretendido están pasando por momentos de dificultad sentimental, ya sea por el rompimiento con su pareja o en su defecto por la falta de pareja.

    Todo inició con el HI5 (si mal no recuerdo), luego le siguió el Facebook, el BB ping, luego el Twiter, el WhatsApp, entre otros. Estas redes sociales han logrado impactar tanto en las relaciones de parejas, que han sido protagonistas de lograr concretar matrimonios y por supuesto también de divorcios.

    Por tales razones, asumiendo a Cupido como símbolo del amor, sobre todo en la época marcada por San Valentín (todos conocemos la historia), al comparar la época que destaco con la actual, colegiremos que ya el angelito no necesita de arco y flechas para lograr unir el corazón de enamorados a través de un “flechazo” por un encuentro personal, sino que le ha bastado tener un teléfono celular y tener internet para lograr enviar una “invitación” o aceptar el envío de la misma, para iniciar una interacción que podría culminar con una relación de pareja, pero perdiéndose lo básico: el contacto personal en primer orden.

    Ojalá Cupido vuelva a tomar el arco y las flechas, no bajo el contexto violento de ésta arma, literalmente hablando, sino bajo el simbolismo de lo romántico, de lo sublime y de su ternura. Pues de hacerlo traería consigo las palabras lindas, el amor a primera vista, el respeto a su pareja y la expresión sincera y humana del amor. Pues por estar de distraído con el chat en la redes sociales, Cupido ha inobservado que, ahora es más común tener sexos que hacer el amor.

    ¡Hasta la próxima!