Para los «moralistas», ser homosexual es un «crimen» de lesa humanidad. Eso explica por qué el periodista Claudio Nasco no descansa en paz en su tumba.
Solo Dios sabe el sufrimiento de su madre, padre, hermanos, cuando la prensa publica una información que violenta su
dignidad.
Viven un infierno en la tierra los familiares de los asesinos del comunicador. No perdamos de vista que ellos son víctimas de la violencia y la pobreza.
Aunque no enviaron a sus hijos a que asesinen a Claudio, el crimen los arrastra, los marca para siempre. ¡Qué pena!
Claudio fue asesinado el viernes 13 de diciembre en una habitación del motel Chévere. A pocas horas la Policía montó un espeluznante circo.
Aunque la Ley lo prohíbe, presentó a «los matadores», dijo que Nasco era homosexual y que había tenido tal o cual desavenencia con sus «habituales clientes» y asesinos.
La prensa (los medios para el cual trabajaba) comenzaron a contar las puñaladas que les han dado a homosexuales dominicanos, justificando que «¡todos mueren así!»…
Para seguir torturando a sus familiares, la Fiscalía tiene un escándalo de mal gusto con el patólogo Sergio Sarita sobre si Claudio mantuvo relación o no con sus matadores.
La violencia no es cuestión de género o preferencia sexual. Es un problema de profundas raíces socio-económicas. El mejor antídoto contra la violencia es la educación, el fomento del empleo, la creación de oportunidades y una cultura de tolerancia.
La solución definitiva es un cambio de estructura económica, social y política. Acabar con el clientelismo, los malos ejemplos de los políticos, enjuiciar a los corruptos y enaltecer el trabajo y la solidaridad por encima de la banalidad y la mediocridad que imperan.
