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    ¿Ética médica? a propósito de un caso

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    Por Humberto Salazar

    Hace unos años cuando quien escribe fungía de director médico de la primera clínica de cirugía estética que se fundó en el país, como éramos un centro médico de muy pocas habitaciones, en esa época todavía la cirugía plástica no era el negocio en que lo han convertido hoy en día, decidimos ampliar nuestros servicios integrando laboratorio clínico.

    La verdad es que no habíamos tenido la necesidad de embarcarnos en brindar esa facilidad a los médicos que utilizaban nuestras instalaciones, porque solo contábamos con 6 camas, disponibles para el internamiento de los pacientes, no habíamos previsto un espacio físico para ubicar un lugar para tomar y procesar las pruebas y tampoco había un volumen que justificara la inversión.

    Cuando la clínica se expandió a lo que es hoy, entonces organizamos los servicios que necesitábamos, incluyendo diagnóstico por imágenes, cuidados intensivos y claro, un laboratorio clínico moderno que fuera capaz de dar el servicio a la cantidad de médicos, que ya teníamos, y a todo el que requiriera conocer en corto tiempo resultados confiables de las mediciones básicas para realizar con seguridad los procedimientos que usualmente realizamos.

    Solo que a pesar de que en el caso nuestro, por ser quien dirigía el día a día de la clínica, conocíamos el número de pacientes que ingresaba, y por lo tanto de la factibilidad económica por cantidad de procedimientos de poseer un laboratorio propio, vimos con sorpresa como a pesar de la comodidad de tener todos los servicios bajo el mismo techo, el volumen de trabajo era muy bajo en relación a los casos ingresados.

    Claro, era extraño que siguiéramos mirando en membrete de los nombres sonoros de las cadenas de montaje de pruebas de laboratorio que existen en el país, y como para nada somos tontos nuestra investigación con los médicos, cuyo lápiz es el que decide donde enviar a los pacientes, nos llevó a la conclusión de que por cada prueba indicada, y enviada a un lugar en particular, estos recibían un porcentaje en efectivo de lo pagaban quienes usaban el servicio en un lugar determinado.

    Un ejemplo tan simple los queremos usar para explicar desde dentro la forma en que se usan a los pacientes en la República Dominicana como objeto de ingresos económicos por todos los lados en que se mueva en un sistema de salud que se caracteriza por tener el mas alto gasto de bolsillo de toda la región y, a pesar de lo que se supone son servicios garantizados en el seguridad social, uno de los mas excluyentes, en cuanto al acceso, para el que no posee dinero en el bolsillo para aportar el co-pago, que es la regla y no la excepción en la prestación de los servicios de salud en la República Dominicana.

    Cualquiera que visite una sala de espera en un hospital, pero sobretodo en las clínicas privadas, se encontrará con un ejercito de vendedores a quienes se les denomina ¨visitadores a médicos¨, cuya función es hacer promoción directa a los profesionales de la salud de sus productos, ahora se usan mercadólogos para hacer esto que no es más que la inducción de los patentizados, que son los medicamentos más caros del mercado, para que sean indicados por el lápiz alegre de los médicos, y todos sabemos que a cambio existen viajes pagos a extranjero, pagos de congresos y hasta dinero en efectivo para quienes se presta al juego, todo ello controlado por la cantidad del medicamento que se vende en las farmacias que rodean las clínicas del país.

    Pero no solo eso, deben ser muy pocos los pacientes que no han recibido una receta para realizarse una resonancia magnética en alguna de las clínicas donde se ha invertido en equipos de este tipo, quiérase o no, la tecnología aplicada a la medicina ha avanzado tanto en los últimos años, que invertir en estos equipos aumenta en valor de los servicios que presta un centro médico, solo que esto también es parte de un negocio que ¨sangra¨ los bolsillos de los pacientes, quienes se ven delante del escritorio de un médico con una cantidad de papelitos llamados recetas o indicaciones, donde cada una de ellas tiene un costo agregado, siempre y cuando cuente con una tarjeta que lo afilia a la seguridad social.

    Contra lo que muchos hablan y declaran, pocos negocios son tan rentables como las clínicas privadas en la República Dominicana, después de que se puso en vigencia el catálogo ge servicios de salud (provisional todavía) en el año 2007, hoy en día los centros de salud están llenos de pacientes, para usted encontrar una cama tiene que persignarse a ser si tiene suerte, los laboratorios están llenos desde las horas de la madrugada, aunque se tarden 60 días, las ARS pagan sus obligaciones y como colofón a todo esto, los procedimientos todos tienen una tarifa donde el co-pago desde el bolsillo de los pacientes ingresa directamente a las cuentas de los prestadores.

    En ese escenario no hablemos de ética que eso no existe ya en el lenguaje mercurial de la medicina, no solamente en nuestro país sino en el que nos sirve de mal ejemplo que son los Estados Unidos, mientras no enfrentemos seriamente el reto de la universalización y el establecimiento de un control regulatorio en la prestación de los servicios a través de una red efectiva de unidades publicas y privadas de atención primaria, hablar de temas éticos y controles imposibles de establecer es ¨buche y pluma no más¨.