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    Lo magistral de Euclides: ¿tiranos o tiranuelos?

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    Por Roberto Valenzuela

    La segunda parte del título no es mío, lo tomé prestado del libro “Los magnicidios dominicanos”, autoría del doctor Euclides Gutiérrez Félix, que magistralmente recoge las excentricidades de los dictadores americanos, que van surgiendo a la medida que los pueblos se independizan. Algunos fueron instrumentos de desarrollo; otros dejaron como única herencia corrupción y anarquía, señala Gutiérrez Félix.

    Sobre los términos “tiranos y tiranuelos; dictadores y dictadorzuelos”, yo interpreto (se lo preguntaré al autor) que es para diferenciar a Rafael Leonidas Trujillo Molina o Lilís (Ulises Heureaux), quienes eran “dictadores de verdad”, como repetía Juan Bosch. Murieron de pie, como suelen morir los valientes. Otros, como el cubano Fulgencio Batista, salieron corriendo cobardemente.

    Un caso llamativo es del tiranuelo guatemalteco Jorge Ubico. El poeta Pablo Neruda, en su obra autobiográfica, “Confieso que he vivido” lo bautizó con el nombre peyorativo de “Napoleón Ubico”. Narra que era un maniático violento que se quería parecer físicamente al emperador Napoleón Bonaparte: Se dejaba un mechón que caía sobre su frente; se hacía fotos al lado de sus estatuas y con las mismas poses del legendario líder militar francés.

    Una vez amarró a una de las columnas del Palacio Presidencial a un secretario suyo y le dio tremenda pela porque le discutió una orden.

    El nicaragüense Anastasio Somoza García (Tacho) era cínico, burlón y represivo. Euclides relata que tenía por costumbre obligar a sus enemigos políticos a marcharse al exilio a pie, por las fronteras con otros Estados, en largas caminatas de cientos de kilómetros con un racimo de banano en la cabeza.

    Leí una entrevista de José Miguel Soto Jiménez hablando de su obra “Las 58 Leyes del Poder, de Juancito Trucupey”. Señalaba que los tres gobernantes que mejor conocían la idiosincrasia dominicana son Lilís, Bosch y Joaquín Balaguer. Y Bosch pronunciaba las frases populares, pero Balaguer las ejecutaba al pie de la letra.

    Lilís, “La Pantera Negra de Santo Domingo”, como lo bautizó el escritor colombiano Vargas Vila, fue un extraordinario psicólogo del pueblo, un sabio de las creencias populares (la brujería). Una vez llamó al general de la montonera Eulogio Malojo y mandó a matar a su enemigo, el temido general Pablo Mamá.

    Eulogio respondió que era imposible matar a Mamá porque estaba “compuesto”, es decir, tenía poderes místicos que no permitían que a su cuerpo entraran las balas.

    Heureaux respondió: “Sí, es verdad que está preparado, pero un Papá Bocó, amigo mío que sabe mucho me ha mandado de Haití unas balas especiales y preparadas contra las que no pueden las composiciones. Aquí le entrego seis, no las desperdicie”. Dos semanas después el general Mamá fue asesinado en una emboscada cerca de su casa.

    Uno de los dictadores más singulares fue el mexicano Porfirio Díaz. Se le atribuye la frase “Tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”. Siempre me ha llamado la atención su extravagante bigote. Algunos campesinos creían que tenía un pacto con el mismo diablo para no morir por todas las batallas y atentados de donde salió vivo.

    Sobre Trujillo, relatan mitos y verdades. Los empleados más viejos del Palacio Nacional repiten la leyenda de que su fantasma aparece en el lugar. Cuentan que el 30 de mayo de 1961 a las 10:00 de la noche llegó en su carro Chevrolet y se desmontó, subió las escalinatas y se dirigió a su despacho.

    A esa hora ya había sido asesinado y el carro agujereado por decenas de balas. Su alma estaba desandando por el palacio que construyó con tanto esmero. Es normal la leyenda, ya que durante 31 años fue el gobernante más amado por los dominicanos, al punto que se popularizó el lema: “En esta casa Dios y Trujillo”.