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Cinco ejercicios de la neurociencia para mejorar el lenguaje y hablar de forma más fluida

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El lenguaje es un concepto muy amplio y una función cognitiva superior, lo que significa que necesita de otras funciones cognitivas, como la atención, la memoria, y las funciones ejecutivas, para poder operar correctamente. El mismo involucra una serie de procesos mentales complejos que permiten que las personas logren comunicarse de forma oral y escrita.

“Si nos enfocamos en el dominio cognitivo del lenguaje, es decir, en su funcionamiento mental, una de las características principales que posee es la fluencia verbal. Esta hace referencia a la capacidad de una persona para producir palabras de manera rápida y fluida”, comentó la licenciada Florencia Basso, neuropsicóloga e integrante del departamento de Neuropsicología de INECO.

Se trata de la facilidad con la que una persona puede recuperar y expresar palabras de manera espontánea y sin esfuerzo en el habla o la escritura. A su vez, la profesional agregó: “La fluidez verbal es una habilidad importante en la comunicación y el procesamiento del lenguaje que está relacionada con varios aspectos cognitivos, como la memoria, la atención, la velocidad de procesamiento, entre otros”.

En el contexto del habla, la fluencia verbal se detecta cuando una persona es capaz de hablar con facilidad, sin titubeos ni pausas excesivas, y puede expresar sus ideas de manera coherente y fluida. En el contexto de la escritura, la fluencia verbal se refleja en la capacidad de una persona para escribir de manera rápida y sin dificultad, generando textos que fluyen de manera natural y coherente.

Los procesos mentales involucrados en el lenguaje posibilitan la comunicación oral y escrita efectiva – (Imagen Ilustrativa Infobae)

La fluencia se puede agrupar en dos categorías: la fluencia verbal fonológica y la fluencia verbal semántica. La primera hace referencia a la capacidad de producir palabras basándose en las características fonológicas del lenguaje, es decir, en los sonidos que se utilizan para hablar, conocidos como fonemas. Por otro lado, la semántica se relaciona con la capacidad de producir palabras basándose en el significado o la relación conceptual de las mismas.

“Una de las dificultades más comunes que presentan las personas con respecto al lenguaje es cuando tienen la sensación de tener una palabra en la punta de la lengua, pero no logran decirla o escribirla. A esta situación se la conoce como anomia y es la dificultad para acceder a palabras de la memoria durante el habla o la escritura y para poder recuperarlas”, mencionó la licenciada Basso.

Una persona con anomia puede experimentar problemas para recordar o encontrar la palabra adecuada en un momento dado, a pesar de tener una idea básica del tema o concepto. Muchas veces cuando sucede esto, las personas suelen describir el objeto o la idea que tienen para lograr acordarse el nombre o para que alguien más los ayude a recuperarlo.

A continuación, la profesional de INECO comparte una serie de actividades para estimular principalmente el lenguaje. Asimismo, estos ejercicios ayudarán a estimular otras funciones cognitivas, las cuales permiten el correcto funcionamiento del lenguaje:

Una recomendación útil para estimular el lenguaje es el juego del tutti frutti. Para repasar las reglas: se deben elegir por lo menos 4-5 categorías, para luego pensar palabras que pertenezcan a cada una de ellas, pero que empiecen con una letra determinada.

Lo ideal es poder buscar categorías más complejas que las habituales. Un ejemplo de estas podrían ser: nombres de países, profesiones, adjetivos, frutas- verduras, y objetos de cocina.

La dinámica del juego es encadenar palabras de forma que la última letra de una palabra coincida con la primera letra de la siguiente. También se puede aumentar el nivel de dificultad al hacerlo con las últimas dos o tres letras de la palabra.

Por ejemplo, si se elige la palabra “Lector” y se toman las últimas tres letras, la siguiente palabra podría ser “tornado”, y siguiendo con la misma línea del juego, las siguientes podrían ser: adornar, narrar, raramente, etcétera.

Otro ejercicio podría ser crear listas de palabras relacionadas por significado, categoría gramatical o cualquier otro criterio. Luego, el siguiente paso es asociarlas de diferentes maneras, formando frases coherentes o historias cortas.

Por ejemplo: ¿bajo qué categorías se podrían agrupar los ingredientes de una torta? Una respuesta posible sería: en secos y húmedos, también en temperatura ambiente y los que necesitan heladera/frío.

A partir de una palabra específica, por ejemplo “LECTOR”, pensar qué palabras se pueden armar con esas letras. En ese caso podría ser: corte, reto, recto, etcétera.

Se pueden utilizar las palabras que cada persona quiera. Algunas de las que se podrían usar, a modo de ejemplo, serían: escritor, artista, arquitecto, dibujante, escultor y vainilla.

Aprender un nuevo idioma es un desafío excelente para estimular la función cognitiva del lenguaje, además de ejercitar otras funciones cognitivas como, por ejemplo, la memoria.