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RD y Haití: envueltas en lazos de solidaridad que necesita intervención

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RD y Haití: envueltas en lazos de solidaridad que necesita intervención

Por: María Alejandra Lazala

A pesar de los esfuerzos realizados durante décadas por el Estado dominicano en tratar de estabilizar la migración haitiana hacia República Dominicana, esta sigue en aumento cada día, recrudeciéndose luego del magnicidio de su presidente Jovenel Moïse. Esa realidad deja al país más empobrecido de América sumido en una crisis social, política, económica y bajo un nivel de inseguridad marcada por secuestros y asesinatos, mientras, la comunidad internacional mira desde las gradas, aun sin acciones contundentes.  

Los problemas fronterizos entre ambos países de acuerdo a datos históricos, se remontan al Tratado de Aranjuez, firmado el 3 de junio de 1777, por Francia y España, el cual implicaba un reconocimiento jurídico de la ocupación paulatina de la parte oeste de la isla de Santo Domingo por parte de los franceses.

Aunque un siglo después, con la independencia de 1844 mediante la cual fue creada la República Dominicana, luchando contra el régimen opresor haitiano, este vínculo profundo entre las naciones, mal que bien, no se ha limitado. 

Ejemplo de esto, en el año 2010, al ocurrir el terremoto devastador en Haití, la ayuda dominicana fue la primera en llegar. Miles de criollos se movilizaron a través de la frontera para asistir a las víctimas, y República Dominicana fue el primer y más grande centro de acogida de los desplazados de aquel país.

“El presidente dominicano, Leonel Fernández, ha sido el primero en presentarse y llegó con un gran contingente de apoyo. Además de la importante cooperación humanitaria, se comprometió a ayudarnos en lo que ahora constituye una de nuestras prioridades que es restablecer las telecomunicaciones, la energía eléctrica y la comunicación terrestre. Gracias a los esfuerzos del gobierno dominicano hemos comenzado a restablecer estos servicios”, sostuvo en ese entonces el presidente haitiano René Préval.

Sin embargo, esta crisis que intensificó el flujo de inmigrantes haitianos hacia la República Dominicana, se estima que fueron mayores que los ocurridos en el pasado. El Banco Mundial dice que para el 2012 la emigración de Haití hacia la República Dominicana aumentó un 6 % y siguió ese ritmo hasta el 2020.

Años de alternativas y constante labor

Retornando a la historia, es en el año 1929 con la firma del Tratado de Fronteras, que la República Dominicana cedió el 8% de territorio a Haití y es cuando el presidente Horacio Vásquez y Louis Bornó fijaron los límites y se dio un paso histórico ante los problemas de estabilidad entre ambas naciones.

Para el 1936 bajo el gobierno del dictador Rafael Leónidas Trujillo, junto a su homólogo haitiano Stenio Vincent, se realizó una revisión del tratado firmado en 1929, y se transfiere al vecino país el 3% adicional del territorio, quedando establecido lo que hoy conocemos como la frontera dominico-haitiana.

Según se publica en la investigación denominada: “Diseño de estructuras para el control fronterizo entre República Dominicana y Haití”, elaborada por Christian N. Medina y Susan de los Santos Miranda, establece que la frontera dominico- haitiana posee una extensión aproximada de 391 kilómetros, de los cuales 172 kilómetros están compuestos por ríos y lagos, 219 kilómetros de terreno común.

Así como, 313 pirámides, 6 puentes fronterizos, 40 kilómetros de carretera internacional, 4 pasos formales (Jimaní, Pedernales, Elías Piña, Dajabón) y 14 mercados binacionales, siendo Elías Piña y Dajabón los de mayor inconveniente al momento de indagar acerca de los problemas presentes en esta frontera, debido al constante movimiento de personas que allí se produce, tanto dominicana como extranjera. Todo esto se presta, a pesar de estrictas medidas y pasos formales, el ingreso de cientos de indocumentados haitianos a suelo dominicano.

Según expertos en el tema, los movimientos migratorios de personas entre Haití y República Dominicana tuvieron un flujo significativo en la segunda década del siglo XX, específicamente durante la ocupación norteamericana de 1916, cuando los militares estadounidenses tomaron el control de la economía dominicana para equilibrar el presupuesto del país y crear proyectos para acelerar el crecimiento económico.

En ese sentido, una de las iniciativas que se llevó a cabo para incrementar la economía fue la importación de braceros para cultivar caña para la industria azucarera. Al principio, los trabajadores fueron cocolos, descendientes de las Antillas menores, pero tras la desocupación, la mayoría de los braceros eran de origen haitiano y realizaban el trabajo agrícola bajo un contrato.

A todos los contratados se les proveía de un carné de identidad que expiraba al final del contrato laboral; por lo tanto, si los trabajadores se quedaban en el país, se convertían en residentes irregulares, esto según datos ofrecidos por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, (FLACSO).

Esta migración se convirtió en una opción para huir de la pobreza endémica del país vecino. De hecho, los estudios al respecto muestran que la migración haitiana tiene una clara motivación económica que a su vez surgió a partir de una serie de procesos políticos, económicos y sociales propios de cada uno de los dos países y ha permanecido a pesar de los altibajos y transformaciones que ha sufrido a lo largo de las décadas.

“Concretamente a partir de la década de los 80 y que en los últimos años se ha agudizado al extremo de que está al punto de una explosión que puede tener efectos devastadores en la isla, la religión y hasta en el continente”, tal como advierte Pelegrín Castillo, presidente del Foro Permanente de Partidos Políticos Dominicanos (FOPPREDOM), quien asegura que “República Dominicana está enfrentando unos problemas migratorios que son un error de conceptualización”. 

Políticas migratorias

Para junio del 2014 se pone en marcha bajo el Decreto Presidencial 237-04, el Plan Nacional de Regularización de Extranjeros (PNRE), que forma parte de la Ley de Migración 285-04 del país, aprobada en 2004, y cuyo objetivo fue permitir que los migrantes en situación irregular obtuvieran un estatus migratorio legal, según las categorías definidas por dicha ley. 

El PNRE tuvo una duración de 18 meses, iniciando con una etapa preliminar de planificación (6 meses), seguido por un año de recepción de solicitudes a partir del 2 de junio del 2014. Se recibieron documentos en los Centros de Registro del PNRE hasta el 2 de agosto del 2015, luego de que el gobierno otorgara un plazo de 15 días, hasta el 17 de junio para el registro y 45 días para la recepción de documentos, a las personas que ya se habían inscrito en el Plan.

La Encuesta Nacional de Inmigrantes, establece que durante el año 2015, se registraron 170,570 solicitudes de regularización migratoria, de las cuales 57,029 son mujeres y 113,541 son hombres. En relación a la nacionalidad, 165,490 de las personas solicitantes para ese entonces fueron de origen haitiano, representando el 97%, y el resto corresponde a personas de otras nacionalidades.

Desde la mirada de la Organización Internacional para las Migraciones, como agencia de las Naciones Unidas en temas de migración, es fundamental el reconocimiento que la nacionalidad haitiana fue la población extranjera que más se acogió al Plan Nacional de Regularización de Extranjeros (PNRE), por la demanda de desarrollo de los sectores agropecuario y construcción.

Según estadísticas oficiales en la actualidad, se habla de que, en la República Dominicana, hay 751.080 residentes de origen haitiano, el 7,3 por ciento del total de la población registrada, si bien se estima que, contando con la inmigración ilegal, la cifra supera el millón, tomando en cuenta que el número oficial de habitantes es de 10,1 millones.

Más allá de una verja fronteriza

Ante la agudización del conflicto del país vecino en los últimos meses y su impacto inmediato en el país, el presidente dominicano Luis Abinader se dirigió el pasado mes de septiembre al Consejo Permanente de la Organización de los Estados Americanos (OEA), donde aseguró que “para República Dominicana es una cuestión de seguridad nacional. Quiero repetirlo para que se grabe en la memoria de esta solemne sesión en el Salón de las Américas: la crisis que desborda las fronteras de Haití es una amenaza para la seguridad nacional de República Dominicana”. 

El primer mandatario ha afirmado en varias ocasiones que la verja fronteriza permitirá regular los flujos transfronterizos comerciales y migratorios, enfrentar el contrabando el tráfico de estupefacientes y garantizar la seguridad en la región. Y ante la situación de crisis, insistió en que la frontera dominicana está bien protegida con el personal militar y equipos desplazados para esos fines a través del ministerio de Defensa, por lo que garantizo que los disturbios en Haití no llegarán a República Dominicana.

Abinader afirmó que la República Dominicana no aceptara refugiados de Haití si la crisis del país vecino llegase a requerirlo. Asimismo, anuncio al país, una serie de medidas para fortalecer la defensa de la zona fronteriza que incluyen la adquisición de seis helicópteros y diez aeronaves de reconocimiento y operaciones tácticas, y la compra de 21 vehículos blindados de trasporte personal.

Cifra record 

La Dirección General de Migración, dependencia del Ministerio de Interior y Policía (MIP), informó que la cantidad de deportaciones, llevadas a cabo en el pasado mes de septiembre, de 11,949, representa una cifra record en la historia de la República Dominicana.

Asimismo, la cantidad de deportaciones ejecutadas de enero a septiembre del año en curso, fue de 85,780, más del doble registradas en el año 2016 que fue de 37,969.

Este 2022 ha sido un año sin precedentes según Migración, debido a las cantidades de deportaciones, superando en solo nueve meses, cualquier otro año desde el 2016, tiempo en que la entidad comenzó a registrar de forma metódica y confiable la cantidad de ciudadanos extranjeros que por su estatus migratorio irregular fueron expulsados del país.

Las medidas tomadas por el gobierno dominicano muestran un énfasis especial en su determinación de poner control a la entrada ilegal de inmigrantes, resguardar la zona fronteriza y contribuir a formalizar el comercio para beneficio de todos, siempre de forma ordenada y en paz como ha caracterizado el vínculo entre ambas naciones.