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    Que alguien me explique cómo se llama la obra

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    Humberto Salazar
    Humberto Salazar

      Humberto Salazar                                 [email protected]

    El barullo que se ha armado alrededor del discurso del pastor Ezequiel Molina en la concentración anual del programa de radio «La Batalla de la Fé» es tal, que pareciera que ahora es que los políticos se han dado cuenta de que esa actividad se realiza y descubrieron que pueden usar sus palabras para beneficio de sus proyectos terrenales.

    Cuando desde pequeño escuchaba las tardes de los domingos ese programa, obligado por la sintonía que de el hacía mi madre, nunca pensé escuchar las tonterías que se han derivado a partir de juicios de valor expresados por el predicador evangélico que ha hecho de los días de año nuevo su tribuna preferida por más de 50 años.

    Es mas, recuerdo enero del 2014, hace poco menos de dos años, cuando por primera vez un presidente de la República asistió a esa actividad, y fue precisamente Danilo Medina, quien llamó la atención pública nacional, pues primero asistió a la misa de Año Nuevo en la Catedral Primada de América y en horas de la tarde concurrió a la reunión de los evangélicos en el estadio olímpico.

    Es decir, cuando en el 2014 se celebrara la quincuagésima versión de «La Batalla de la Fé», es el actual Presidente quien brinda una muestra de apertura a las iglesias evangélicas con su asistencia a esa actividad, en un país donde los políticos, por regla general, se cuidan mucho de no herir ni con el pétalo de una rosa la sensibilidad de los prelados de la Iglesia Católica.

    Entonces alguien tendrá que decirme como se llama y termina la obra que tanto han aplaudido algunos en las redes sociales, ya que Ezequiel Molina cuando habla de temas terrenales es un dominicano más, que puede tener la opinión que quiera, y se queda en eso, en una opinión que por venir de el no es palabra de Dios ni nada que se le parezca.

    Que en el país hay corrupción en todos los niveles, incluido el eclesiástico, eso lo sabemos todos, ahora, achacar el robo del dinero público solamente a la clase política, no solamente es injusto, es mas bien un ejercicio irresponsable de levantar el dedo acusador contra un solo sector, olvidándose de que para que haya un corrupto debe existir un corruptor y este siempre estará ubicado fuera del gobierno de cualquier signo que sea.

    Es mas, el único caso concreto que citó Molina, fue el ejemplo de que cuando una persona va a un colmado a comprar algo tiene que tener mucho cuidado y estar muy alerta, ya que en el peso podría venderle solo 13 onzas como una libra y el resto robársela el pulpero.

    El tema de la corrupción es y ha sido sistémico en la República Dominicana y gran parte de las democracias y dictaduras en todo el mundo, es decir, es un mal que está íntimamente ligado al afán de riqueza y al egoísmo de los seres humanos y la única forma de combatirlo es con un sistema de justicia fuerte y funcional el cual todavía está por construirse en nuestro país.

    Por eso no sabemos como se llama la obra que han montado algunos al salir del Estadio Olímpico, porque el señalamiento genérico de la clase política como corrupta hecho en esa actividad alcanza a todos, pero a todos los que han estado ligados a esta actividad durante toda la historia de la República desde su misma fundación.

    Lo que tampoco tenemos idea es de cómo quieren algunos que termine la obra, ya que los ataques desconsiderados de algunos que baten palmas en contra del actual presidente de la República, nos imaginamos intentan favorecer al candidato del Partido Revolucionario Moderno, ya que, aunque lejos, es el que está puntuando segundo en las encuestas que se conocen de preferencia electoral.

    Y si es para eso, porque no existe en el horizonte electoral un cambio brusco que abra las puertas a otra opción política, entonces podría ser que en temas como corrupción, aborto, matrimonio entre personas del mismo sexo y otros que han sido asumidos como bandera de combate contra el gobierno del PLD, a esos amigos les ocurra como a Magino.

    Este es un cuento de Juan Bosch que hace el relato de una vez que Magino corría por una sabana de un toro bravo que lo perseguía, en su desesperación miró hacia una casa que tenia dos ventanas abiertas.

    Solo que Magino era bizco y de las  ventanas una era real y la otra fruto de su defecto de visión, con el toro pisándole los talones se lanzó para guarecerse dentro de la casa por una de las ventanas que veía, solo que escogió mal, pues intentó entrar por la ventana que no era y al final lo agarró el toro que era.

    Eso es lo que podría pasar si por un milagro la oposición ganara las elecciones, huyendo del toro parece que se quieren meter por la ventana que no es, ya que el único que se vende como candidato favorito de la «embajada» es el turco Abinader, que vive vanagloriándose de sus relaciones con «Wally».

    Así que mejor me dicen como se llama la obra, porque las cosas que estoy mirando y leyendo no tienen ni pies ni cabeza, para todo hay un limite debajo del cielo y eso lo saben por demás los que de repente se han enganchado a admiradores de «La Batalla de la Fé» y las iglesias evangélicas sin nunca en su vida haber pisado uno de sus templos.