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    Un mosquito desnuda la situación del sector salud

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    Humberto Salazar
    Humberto Salazar

    Por Humberto Salazar                    [email protected]

    Por años, tanto en el sector público como privado, hemos venido clamando porque la seriedad se imponga para realizar la necesaria transformación del sistema sanitario dominicano, sector al que le hemos dedicado toda nuestra vida productiva.

    Son muchos los gobiernos que hemos visto pasar por el Palacio Nacional, observando cómo se prostituyó la formación del médico dominicano, que es graduado por centenas en universidades que no son capaces ni siquiera de formar personal paramédico de una mínima calidad.

    Hemos vivido la escasez de enfermeras en los centros de salud públicos y privados, ya que esta profesión, en unos casos, y oficio en otros, es tan mal valorada por la sociedad y mal remunerada que sus ingresos se pueden comparar, porque son iguales, a las miles de mujeres que sirven en los hogares de clase media de la República Dominicana.

    Esto solo con lo que tiene que ver con el personal humano, porque si relatamos desde dentro el costo de los medicamentos, la deficiente distribución del equipo de salud, la falta de responsabilidad para implementar las leyes que dan sentido al sistema, las mentiras que se publican sobre las bondades del Senasa, la exclusión económica que existe para los más pobres en centros de salud construidos por el Estado y muchas cosas más, muchos se pondrían las manos en la cabeza por la dramática situación por la que pasa en estos momentos el sector.

    En el caso de quien habla, me siento más que satisfecho porque todo lo que escribo o digo públicamente fue parte de mi reclamo por años mientras estuve como coordinador de la reforma del sector, dirigiendo un organismo a quien poca gente le hacia caso, pero que son embargo dio a luz, a sangre y fuego y con la oposición de algunos sabelotodo que solo defienden sus intereses, con el marco jurídico que algún día servirá como base para transformar la otra pata de cualquier política social que se precie de tener ese nombre.

    Digo todo esto, porque a los médicos nos enseñan en nuestros años de formación como profesionales de la salud, que una cosa son los signos de una enfermedad y otra los síntomas, y que para realizar un diagnostico correcto siempre debemos tratar de distinguir uno de otro y comprobar con pruebas especificas nuestras sospechas.

    Un signo en medicina es algo tangible, que se puede medir o comprobar; el mejor ejemplo es la fiebre, que con un termómetro se puede saber cual es la temperatura corporal y hasta con la palma de la mano en la frente nos damos cuenta cuando ocurre en uno de nuestros hijos.

    Un síntoma en cambio, es algo subjetivo porque lo describe el paciente, y el ejemplo de esto pueden ser los mareos, los dolores de cabeza, la falta de ánimo, etc.; todo esto es descrito por el enfermo pero no existe medio alguno por el cual podamos comprobarlo.

    Pues en tema del dengue, que lamentablemente tiene de rodillas al gobierno dominicano en estos momentos, es un signo y un síntoma de una grave enfermedad que afecta al sistema de salud de la República Dominicana.

    Lo que no se quiere decir, es que desde hace años se viene produciendo un deterioro de los servicios médicos por la no aplicación de las leyes que teóricamente transformaron la prestación y provisión en los centros de salud y destinaron la prevención como tarea exclusiva del Ministerio de Salud Pública.

    En la República Dominicana, como se lo manifestamos a dos presidentes, existe una relación perversa publico-privada, que ha usado las leyes de Reforma de Salud y de Seguridad Social para un beneficio económico nunca visto en la historia del país, todo esto con la complicidad de actores públicos que estaban destinados a servir de reguladores y supervisores del sistema como un todo.

    Ahora que existe un escándalo por las muertes por dengue, parece que se olvida que tenemos tasas de muerte materna, mortalidad infantil, embarazos en adolescentes, complicaciones renales crónicas, perdida de la visión por diabetes y muchísimas enfermedades mas, que con los controles adecuados no constituyeran la vergüenza de un país, donde en muchos lugares la prestación de servicios de salud, tanto a nivel publico como privado, se asemeja a un país del centro de Africa.

    No señor presidente, el problema no esta en la sabana, es que el Ministerio de Salud fue despojado del presupuesto necesario para ejecutar su reforma interna y los fondos necesarios para traspasar en condiciones aceptables los llamados hospitales históricos a la nueva Red de Servicios Públicos de Salud.

    Ahora no quieran echar la culpa a la única persona que aceptó un reto por compromiso político con su partido, la Doctora y Profesora de todos Altagracia Guzmán Marcelino, ella heredó un sector en franca decadencia y con problemas de muchos años, mucho ha hecho ella para tratar de empujar una reforma que el Presidente Danilo Medina sepultó con una rabieta innecesaria.

    Porque de eso se trata, es imposible que un sector estratégico, como es la salud, se maneje por ruedas de prensa en el Palacio Nacional y expresando preocupación porque en la primera plana del Listín Diario se publica la foto de un pobre jovencito que murió de dengue, enfermedad por la solo debían morir casos extremos en la República Dominicana.

    Lo que ocurre es que en salud se conocen los signos y síntomas, los primeros son las cifras escandalosas en los indicadores de calidad de atención, que no se corresponden con un país que se han atrevido a declarar de clases medias y lo segundo es la queja diaria de los usuarios que asisten a los centros de salud públicos y privados por los co-pagos abusivos de que son objeto,

    ¡Eso no se arregla con bulla y movimiento!