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El inexorable destino del muerto Soler (2 de 3)

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El inexorable destino del muerto Soler (2 de 3)
El inexorable destino del muerto Soler (2 de 3)

A las 7.000 de la noche del 25 de marzo de 1955, Luis Torres Catá, subinspector de la Policía Judicial, recibió en La Habana una denuncia presentada por tres líderes sindicales portuarios que habían recibido amenazas de muerte. Mientras levantaba el acta inicial de lo que sería la Causa 130 de 1955, Torres Catá tuvo uno de esos momentos de inspiración poética, raros entre los oficiales castrenses, titulando la misma “Coacción por motivos proletarios e infracción de la Ley número 5, del 16 de noviembre de 1948”.

Los denunciantes que se presentaron ante las autoridades, dada la gravedad del caso y los antecedentes conocidos, fueron Manuel Laguna Romaguera, Juan Bautista Valdés y José Enseñat Polit. Según sus declaraciones, debidamente copiadas y firmadas, los hechos sucedieron de la siguiente manera:

Ese día, en horas de la tarde, se encontraban reunidos varios dirigentes sindicales en la oficina de la Federación Obrera Marítima Nacional, ubicada en el cuarto piso del Palacio de los Trabajadores, cuando en el local irrumpieron los acusados Víctor Álvarez Paz y Rafael Emilio Soler Puig, más conocido por el Muerto Soler. Como coincidieron los acusadores y otros testigos del altercado, cuyas declaraciones constan en el atestado, ambos sujetos estaban armados y amenazaron de muerte a los presentes.

Como quedó evidenciado en las diferentes declaraciones recogidas en el expediente, no se trataba de tomar aquello como una balandronada de esquina, ni como alardosa guapería que se lleva el viento. “Son sujetos peligrosos-dejaba escrito el subinspector Torres Catá haciéndose eco de los declarantes-Álvarez Paz hace poco agredió a Enseñat, hiriéndolo, y el Muerto Soler estuvo complicado en la muerte de Aracelio Iglesias”.

Dada la gravedad de las acusaciones, ese mismo día se dictó orden de detención y radicación de la causa, y empezaron los embrollos, pues alguna mano poderosa, desde las sombras, ordenó dejar sin efecto la orden de detención, creándose un ambiente de impunidad, a pesar de que varias personas corrían peligro real de ser asesinadas.

En el juicio oral, convocado para el 5 de julio de 1955, asistieron denunciantes y testigos, pero no los acusados, burlándose una vez más de las autoridades y dejando claro que podían amenazar y aún matar, sin ser molestados.

En la segunda vista, convocada para el 4 de agosto de 1955, la comparecencia del Muerto Soler adquirió ribetes de vodevil, mientras que Álvarez Paz ni siquiera se dignó a hacer acto de presencia. Nadie mejor que el propio Soler pudo explicar lo sucedido esa mañana, en carta al juez de la causa:

“Que teniendo noticias de que en el día de hoy habría de celebrarse el juicio correspondiente a la causa 130 de 1955, en la cual figuro como acusado, hube de comparecer, y a punto de dar comienzo el acto fui presa de fuertes dolores, lo que tuve necesidad de atender y al regresar a los pasillos conocí que ya había sido llamado. Por lo expuesto, ruego al Tribunal que se sirva tener por ofrecida mi formal y respetuosa excusa por dicha ausencia…”

Un año después, en la Gaceta Oficial del 3 de agosto de 1956, se declaraba a Víctor Álvarez Paz en rebeldía, ordenando fuese capturado y presentado ante la justicia, lo que, por supuesto, nunca sucedió.

Lo terrible no era que un sicario contumaz, como lo era el Muerto Soler, pudiese burlarse de la corte de la manera grotesca, como se aprecia en la carta que dirigiese al juez, sino que cuatro días después de la segunda vista fallida del juicio oral, a las 10 de la noche se producía en el barrio del Vedado, en la Habana, en la intersección de las calles A y 25, el asesinato alevoso de Manuel de Jesús Hernández, un líder del exilio antitrujillista dominicano conocido por Pipí, y que como era de esperar, aquellas seis puñaladas que acabaron con su vida valiosa habían sido contratadas por Trujillo a Rafael Emilio Soler Puig.

Pero el destino seguía destejiendo los hilos de su propia existencia, hasta llegar a un fin inexorable y justiciero…