Inicio Opiniones Un ejército de maestros

Un ejército de maestros

21
Un ejército de maestros - 16 de abril de 1961
Un ejército de maestros - 16 de abril de 1961

Se dice que el generalísimo Máximo Gómez, tras concluir la guerra de independencia de Cuba y ser entrevistado por promotores políticos que intentaban sondear su posible aceptación como candidato en las primeras elecciones presidenciales, se negó a ello alegando que lo que Cuba necesitaba en ese momento fundacional no eran generales, sino maestros.

Y tenía toda la razón “El Chino Viejo”, como le llamaban cariñosamente, y a sus espaldas, los cubanos. El censo nacional de 1900, llevado a cabo por los ocupantes militares norteamericanos bajo la coordinación del teniente coronel J. P. Sanger mostraba cifras alarmantes y desalentadoras, en cuanto a la instrucción se refiere.

De una población calculada en 1,571 385, y teniendo en cuenta solo a los mayores de 10 años, se comprobó que el 63,9% no sabía leer, y que las provincias con mayor índice de analfabetismo eran la de Santiago y Pinar del Río. Más elocuentes eran los resultados obtenidos por raza: mientras entre los varones blancos el analfabetismo llegaba al 47,4%, entre los llamados “de color”, ascendía al 73,8% del total. Entre las hembras blancas, las analfabetas representaban el 51,5%, entre las “de color” la cifra llegaba al 70,4%. Era, sin dudas, la pesada herencia de la esclavitud, el colonialismo y la guerra.

Poco se hizo durante los siguientes 58 años de la República, instaurada el 20 de mayo de 1902, para erradicar el analfabetismo, que siguió siendo una plaga dolorosa, especialmente entre la población rural y la urbana de los barrios más pobres. Al triunfar la Revolución, el 1 de enero de 1959, se afirma que el por eciento de analfabetos rondaba el 24% de una población de algo más de 6 millones de habitantes.

En medio de numerosos apremios relacionados con la necesidad de elevar el nivel de vida del pueblo cubano, aplicar la ley de Reforma Agraria, llenar la isla de carreteras, cooperativas y pueblos nuevos, se comenzó una de las más hermosas obras del momento: la transformación de los cuarteles militares en escuelas.  Llegado el año de 1961, y estando el  pueblo enfrentando las acciones de sabotaje, quema de cañaverales y los asesinatos de milicianos; habiéndose convertido la cordillera de El Escambray, junto a otros puntos del país, en escenario de las acciones de las bandas armadas de la contrarrevolución, incluso enfrentando el bloqueo norteamericano y con la certeza de  que era inminente la invasión que se preparaba en Guatemala para el 17 de abril , y que desembarcaría por Playa Girón, se decretó aquel como “Año de la Educación”, y se prepararon decenas de miles de maestros voluntarios o alfabetizadores que llevarían, de manera voluntaria, el saber a los más recónditos rincones del país. En primera fila, como era de esperar, estaban los jóvenes, que podían alfabetizar a partir de los 12 años.

Entre los lemas de aquella campaña ejemplar que en un año logró erradicar el analfabetismo en el país, estaban “El que no sabe aprende y el que sabe, enseña” y una frase de Martí “Ser cultos para ser libres”

Hurgando en viejas revistas Bohemia, hallé un testimonio de aquellos días luminosos, un anuncio insertado en la edición del 16 de abril de 1961, la víspera del desembarco por Playa Girón, donde se respondía a 10 preguntas frecuentes sobre la integración y preparación de aquel ejército invencible: un ejército de maestros.