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No le decimos al pueblo cree, sino lee

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Elíades Acosta
Elíades Acosta

La cultura de una nación se mide, entre otros indicadores básicos, por la relación que tengan sus habitantes con los libros y las bibliotecas. En lo personal, recuerdo con enorme alegría los diez años más hermosos de mi vida en los que tuve el honor y el privilegio de dirigir la Biblioteca Nacional de Cuba “José Martí”

La relación de los cubanos con los libros viene desde los tiempos de la colonia, cuando la élite intelectual que giraba alrededor de los sacarócratas, dueños de esclavos, ingenios y plantaciones de caña, promovía iniciativas como la de dotar con una biblioteca a la Sociedad Económica de Amigos del País. En periódicos y revistas de la época era frecuente hallar anuncios de los títulos recién llegado, especialmente desde Europa, y en menor proporción desde Estados Unidos.

Culminado el período colonial, con la intervención militar norteamericana de 1898, y la constitución de la República, el 20 de mayo de 1902, el comercio del libro entró en su fase industrial, aumentando los títulos y tiradas, pero no al alcance de todos. Cuando triunfa la Revolución, el 1 de enero de 1959, las bibliotecas públicas eran pocas y precarias, el precio de los libros elevado y más de un millón de cubanos, en una población de seis millones de habitantes, eran completamente analfabetos, especialmente en el campo.

Este es el contexto en que, el 31 de marzo de 1959, se funda la Imprenta Nacional de Cuba, apenas tres meses después del derrocamiento de la sangrienta dictadura de Fulgencio Batista, bajo la dirección del gran escritor y musicólogo Alejo Carpentier.

Aprovechando equipos antiguos y reconvirtiendo en imprenta los talleres donde se publicaban periódicos y revistas, comenzó la obra titánica de poner el libro al alcance de todos, diversificando los autores a publicar y dando espacio a la literatura nacional, junto a lo mejor de la literatura universal.

No es casual que el primer título publicado por la Imprenta Nacional fuese “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”, de Miguel de Cervantes Saavedra, una enorme tirada con ilustraciones de Gustavo Doré y Pablo Picasso que se ofertó al público en cuatro volúmenes al precio irrisorio de $0.25 centavos cada uno. A ese siguieron antologías poéticas de Rubén Darío, Pablo Neruda, César Vallejo y Nicolás Guillén y las novelas “Doña Bárbara”, de Rómulo Gallego; “A sangre fría”, de Truman Capote y “Un amor de Swan”, de Marcel Proust.

Debe decirse que junto con la Imprenta Nacional comenzaron a sembrarse de bibliotecas los pueblos, las cooperativas agrícolas, las escuelas y las ciudades. En 1961 daría inicio la Campaña de Alfabetización, con la movilización de más de 100,000 maestros voluntarios, la que permitió en apenas un año erradicar el analfabetismo en la isla.

Hoy, en las casas cubanos, junto a sus habitantes, conviven los libros. Las tiradas nunca alcanzan para los lectores de gusto exigente y se tiene en alto aprecio regalarlos. Las Ferias Anuales del Libro son el evento cultural más popular y esperado del año que se celebra primero en la capital y luego en todas las capitales de provincias.

De aquellos días fundacionales, quedan los libros y los lectores, las bibliotecas, los escritores y los poetas. Y queda también, con más vigencia que nunca, las palabras de Fidel Castro: “No le decimos al pueblo cree, sino lee”.

Elíades Acosta

Artículo de la revista Bohemia del 7 de agosto de 1960 titulado “Don Quijote llega a Cuba”
Artículo de la revista Bohemia del 7 de agosto de 1960 titulado “Don Quijote llega a Cuba”
Artículo de la revista Bohemia del 7 de agosto de 1960 titulado “Don Quijote llega a Cuba”
Artículo de la revista Bohemia del 7 de agosto de 1960 titulado “Don Quijote llega a Cuba”
Artículo de la revista Bohemia del 7 de agosto de 1960 titulado “Don Quijote llega a Cuba”
Artículo de la revista Bohemia del 7 de agosto de 1960 titulado “Don Quijote llega a Cuba”
Artículo de la revista Bohemia del 7 de agosto de 1960 titulado “Don Quijote llega a Cuba”
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