Inicio zPosición Opinión Portada Confiando en la hidalguía del enemigo

Confiando en la hidalguía del enemigo

32
Confiando en la hidalguía del enemigo
El ejército colonial español comenzó la evacuación de sus soldados y oficiales, después de la derrota en Cuba

La guerra hispano-cubano-norteamericana de 1898, duró apenas tres meses. Calificada por William R. Day, entonces secretario de Estado, como “guerrita espléndida”, permitió el debut imperialista de los Estados Unidos, arrebatando al decrépito poder colonial español las posesiones de Cuba, Filipinas, Puerto Rico y Guam. El precio pagado fue simbólico comparado con los territorios ahora bajo la tutela estadounidense.

La guerra se decidió en el oriente, en las aguas y terrenos cercanos a la ciudad de Santiago de Cuba. El 22 de junio, contando con la protección de las fuerzas mambisas de la zona, desembarcó por la playa de Daiquirí, 30 kilómetros al este de la ciudad, el mastodóntico, caótico y desorganizado Quinto Cuerpo del Ejército de los Estados Unidos, bajo el mando del mayor general William Rufus Shafter, célebre por su obesidad e inoperancia. Regimientos de caballería sin caballos, cañones cuyas ruedas no se sabía en qué buque habían sido almacenadas, 130 reporteros y fotógrafos, varias bandas de música, soldados con uniformes de lana en el tórrido verano santiaguero, viejos fusiles Remington con balas de pólvora negra, y hasta turistas, depositó el aluvión de aquel desembarco en tierra cubana. Antes, la poderosa escuadra al mando del almirante William Thomas Sampson había asegurado el dominio de las aguas, bloqueando en la bahía santiaguera a la escuadra española al mando del almirante Pascual Cervera y Topete.

El avance hacia la ciudad fue desorganizado y lento. Las fuerzas españolas, muy desgastadas por las enfermedades y las penurias de una guerra de tres años con los mambises, a pesar de su arrojo y valentía, recibieron órdenes de replegarse hacia la ciudad para librar allí las batallas decisivas. Fue en el poblado de El Caney a escasos 7 kilómetros al este de la ciudad, y en las fortificaciones de San Juan, en los suburbios, donde el 1 de julio el ejército español resultó derrotado, causando a los norteamericanos grandes pérdidas. El 3 de julio, al intentar romper el bloqueo, fue hundida la escuadra de Cervera. No quedaba otro camino que la rendición.

Tras un breve armisticio, los norteamericanos entraron a Santiago de Cuba el 17 de julio, no permitiendo hacerlo a sus aliados cubanos, que se retiraron a manera de protesta. Las mismas autoridades coloniales culpables de la represión contra la causa libertaria cubana, fueron ratificadas en sus puestos por Shafter. La bandera cubana no fue izada en los edificios de la ciudad. Comenzaba la etapa neocolonial de la nación y el dominio sobre ella del imperialismo norteamericano.

Fruto de acuerdos tomados en las comisiones mixtas creadas al efecto, comenzó la evacuación hacia España de las tropas y los funcionarios coloniales estacionados en Cuba.

En Gibara, poblado situado en la costa norte de Oriente, el 5 de agosto de 1898, se retiraron las tropas españolas bajo el mando del coronel Carlos Moreno Puig, dejando este una nota dirigida a los jefes cubanos que lo ocuparían:

“Al jefe cubano que entre en este pueblo: Conociendo los nobles sentimientos de los cubanos, y apelando también lo acordado en la Convención de Ginebra, les confiamos nuestros enfermos, nuestros heridos y nuestras familias”

Nada sucedió. Las fuerzas cubanas cuidaron de heridos y enfermos, compartiendo los escasos medicamentos y alimentos disponibles.

Así actuaban los libertadores. Con altura, hidalguía y principios humanos, surgía la nación cubana tras una enconada lucha iniciada en 1868, y que solo en el período llamado Reconcentración de Weyler, entre febrero de 1896 y hasta principios de 1898, perdió un cuarto de millón de sus habitantes no combatientes, por hambre y enfermedades.

Nobleza obliga

El 10 de agosto de 1898, a bordo del vapor Alicante, partían los primeros 1215 evacuados, entre ellos numerosos enfermos.
El 10 de agosto de 1898, a bordo del vapor Alicante, partían los primeros 1215 evacuados, entre ellos numerosos enfermos.