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2017, año del colapso del “califato” del Estado Islámico

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BEIRUT. El año 2017 fue para el Estado Islámico (EI) el del colapso de su “califato” al cabo de cruentos combates en Siria e Irak, países que sin embargo tienen peligrosos desafíos con ciudades en ruinas y una persistente amenaza extremista.

Tres años después de su meteórico avance y conquista de un territorio vasto como Italia, el grupo yihadista ultrarradical fue derrotado en Irak y se encuentra acorralado en la vecina Siria.

A merced de un diluvio de bombas de Estados Unidos y Rusia, los yihadistas perdieron en 2017 sus “capitales” Mosul, en Irak, y Raqa, en Siria.

En diciembre, el primer ministro iraquí, Haider al Abadi, anunció “el fin de la guerra” contra el EI, afirmando que por primera vez en cuatro años la organización ya no controlaba ningún territorio significativo en Irak.

El régimen de Damasco podría hacer pronto un anuncio similar. Los yihadistas sólo controlan actualmente unas localidades en el este de Siria, algunos focos del desierto en el centro del país, y dos barrios periféricos de Damasco.

Los yihadistas del EI son autores de atrocidades en las que murieron miles de personas en Irak y Siria. Reivindicaron además una serie de atentados sangrientos en el mundo, como los de París, Las Vegas o Estambul.

‘En alerta permanente’

En Irak, las potencias occidentales dieron un apoyo sin pausa a Abadi, que sale reforzado luego de tres años de guerra.

La ofensiva contra el EI, respaldada por una coalición internacional liderada por Estados Unidos, permitió, además del objetivo militar, a las tropas iraquíes recuperar su dignidad luego de haber huido frente a los yihadistas cuando éstos llegaron a Mosul en 2014. Una derrota que traumatizó al país.

Pero, aunque el EI perdió el control territorial en Irak, sus combatientes siguen merodeando, ahora en la clandestinidad, escondidos en los cañones del desierto occidental de Al Anbar.

“Desde un punto de vista militar, el EI está terminado, pero el grupo sigue siendo una organización terrorista”, advierte Ahmed al Asadi, un comandante de las unidades paramilitares de Hashd al Shabi, fuerza aliada de Bagdad y creada en 2014 para frenar el avance de los yihadistas.

“Tenemos que permanecer en alerta permanente”, dijo.

El futuro estatuto de esta fuerza, dominada por las poderosas milicias chiitas, algunas apoyadas por Teherán, representará un desafío mayor para Irak.

El gobierno central, dominado por los chiitas, deberá además abocarse a la gigantesca tarea de reconstrucción de ciudades chiitas devastadas por la guerra. Mosul, segunda ciudad del país, esta en ruinas, como Ramadi (centro), Sinjar (norte) o Faluya (centro).

El fracaso de la reconstrucción podría reavivar las tensiones confesionales y ofrecer a los combatientes sunitas del EI una oportunidad para regresar.

Asad reforzado