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Antes, durante y después de Madonna: sus bailarines cuentan su historia

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Aunque mucha de la verdad que quería transmitir quedó oculta: tres de los bailarines -Salim Gauwloos, Carlton Wilborn y Gabriel Trupin- eran VIH positivo y lo mantuvieron en secreto en un momento en que el sida causaba pánico generalizado.

“Hay vida después de Madonna”

Tras más de 15 años de aquella impresionante experiencia, ¿qué pasó con estos siete bailarines? ¿Qué fue de sus vidas después de la gira? ¿Cómo fue su relación con Madonna?

Las preguntas se responden en el honesto y desgarrador documental belga-holandés “Strike a Pose”, de Ester Gould y Reijer Zwaan, que se estrenó el año pasado en el cine y llega la semana que viene al canal Logo, dedicado a la comunidad LGBT.

Camacho, de origen puertorriqueño, cuenta por ejemplo su lucha con el alcohol y las drogas que llegó con la fama y José Gutiérrez, hijo de dominicanos, intenta sonreír ante los reproches de su madre, que prácticamente lo llama fracasado.

“Creo que así voy a titular mis memorias: antes, durante y después de Madonna”, dijo Camacho, que habló por última vez con ella hace unos 10, 15 años. No recuerda con precisión.

Aunque aseguró que hoy si se encontraran lo reconocería. “Me gustaría pensar que me daría un minuto para decirme hola”, indicó.

Después de la exitosa gira de 57 funciones en todo el mundo, entre abril y agosto de 1990, el bailarín siguió trabajando con la cantante otros dos años para comenzar a labrar su propio camino, que terminó sin fama.

“Hay vida después de Madonna”, lanzó con una contagiosa carcajada.

Grabó y promocionó un disco con José, en el que Madonna hizo algunos coros -”muy generoso de su parte”-.

Fue por esos días que perdió el control de su vida, entre la fiesta, las drogas y el alcohol. Y la relación con Madonna se enfrió, como todo ese amor eterno de “Truth or Dare”.

Trupin por ejemplo la demandó por divulgar su homosexualidad en el documental -fue él el del polémico beso-. “No estaba listo”, dice en “Strike a Pose” la madre del bailarín, fallecido en 1995 tras su secreta batalla con el sida.

Otros dos bailarines, Crume Oliver y Kevin Stea, demandaron compensación financiera por la producción. Todo se resolvió fuera de la corte.

Todos llevan ahora vidas más o menos anónimas. La mayoría da clases de baile, incluido Camacho, que también tiene un trabajo “de 9 a 5” del que no quiso hablar.

Ya fue a varios otros conciertos de Madonna, que disfruta con cierta nostalgia de sus días de gloria.

Y las coreografías aún están frescas en la cabeza. “No me pidas que la haga”, advirtió de nuevo entre risas. Agencias