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    Dejen en paz al embajador Brewster

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       Por Roberto Valenzuela            [email protected]

    Si yo fuera el embajador de Estados Unidos en República Dominicana, James (Wally) Brewster, redoblara mí seguridad, pues como si tuviésemos en la oscura Edad Media, los farsantes, resentidos y fanáticos “santos inquisidores dominicanos” lo quieren quemar vivo en una hoguera.   

    Nunca un diplomático había sido tan hostigado, incluyendo un sector de la prensa, que utiliza términos despectivos y publican fotos con el propósito de ridiculizar su condición homosexual. Su único delito es ser honrado, auténtico y conforme su país, que en los 50 estados de la unión americana permiten el matrimonio gay, vino al país con su pareja. Como Dios manda. Sí, así es, como Dios manda, y el que esté libre de pecado que tire la primera piedra…Wally es diferente a altos  funcionarios, políticos, empresarios, artistas, personalidades dominicanas que son homosexuales, pero por temor al fanatismo-inquisidor se reprimen y esconden sus parejas. Temen salir del clóset. Olvidan que si el amor es puro, y no hace daño a nadie, no importa el sexo. ¿En que familia no hay un gay, una lesbiana?  

    El problema en “RD” no es la libre elección de un hombre o una mujer, sino la brutalidad y facilidad con que los hombres matan sus esposas, por la falta de conciencia y educación de que hay que respetar la dignidad de nuestras compañeras. Muchas asesinadas han acudido reiteradamente a una instancia judicial en busca de que se les preserve la vida. No recibieron protección.

    En “RD” el problema no es la preferencia sexual de Wally, sino la falta de una adecuada política de planificación familiar; educar para que no tengamos una alarmante cantidad de embarazos en adolecentes; una madre soltera criando hasta 14 hijos de diferentes padres irresponsables. Son los “delincuentes” que mata la “PN” en “intercambios de disparos”.

    No es James Brewster, es la falta de conciencia de las iglesias que no permiten que se distribuyan preservativos en las escuelas, establecimientos públicos, para evitar enfermedades como el Sida que están matando nuestros adolescentes y jóvenes. Es la denegación de justicia para los pobres, mientras jueces venden sentencias y políticos corruptos se roban los dineros de la salud y la educación. Son miles y miles los jóvenes enfermos, adictos a las drogas, mientras los narcos corrompen políticos, jueces, fiscales y policías.  

    Es momento que nuestras autoridades comprendan que lo más democrático es el amor, que no se obliga, tampoco se le pone obstáculos. Es menester que si una mujer ama a otra mujer, un hombre ama a otro hombre se le cree una legislación para que la unión se regularice por ley, como un matrimonio normal mujer-hombre. Y que paguen sus impuestos, la unión se produce como quiera.

    A los inquisidores dominicanos que recuerden las palabras del papa Francisco cuando se le pidió su opinión de si los homosexuales irán al “Reino de los Cielos” y respondió: “¿Quién soy yo para juzgar? A veces siento rabia por tanta persecución en contra de un diplomático que nunca ha hecho mal al país, sino bien. Siento más pena por sus detractores porque su odio, acompañado de ignorancia, los obnubila y los corroe por dentro. Sólo atino a decir a “los santos inquisidores” de Brewster, lo que dijo Jesús de sus verdugos fariseos, cuando sin ningún motivo lo persiguieron, se burlaron, lo crucificaron: “Dios mío, perdónalos, que no saben lo que hacen”.