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    Los ciegos del Palacio; olvidados controladores aéreos

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     Por Roberto Valenzuela                                  @fierovalenzuela

    Visité el Palacio Nacional y lo que vi al salir de allí me dejó estupefacto. Sentí tanta tristeza de la impotencia de no tener  una varita mágica para resolver esos dos problemas que los ojos se me aguaron.

    Lo que más me sorprende es que, sin que nadie les haga caso (ni el gobierno, los policías o la prensa),  desde hace mucho tiempo en la misma acera del Palacio protestan  un grupo de valerosas  personas ciegas y los controladores aéreos. A todos los felicité por persistir en su noble lucha.

    No los reprimen, tampoco les hacen caso a sus demandas.  ¿Qué será peor? En “RD” todo es por moda momentánea.  Le  toca el turno a los agentes antimotines reprimir-impedir las protestas frente al Palacio de la “cadena humana” pidiendo que desaparezca la Oisoe (Oficina de Ingenieros Supervisores de Obras del Estado). La prensa, muy activa,  destaca si le permiten o no protestar en “la entrada y salida” a la casa de gobierno del presidente Danilo Medina. Pronto, aunque es una causa noble el luchar contra la corrupción,  también quedará en el olvido.

    Me rompió el alma ver un letrero escrito con  mucha humildad en papel y bolígrafo: “Los  ciegos  también somos seres humanos”. Otro dice: “Señor Presidente, no sea ciego y vea nuestras peticiones”.  ¿Qué están demandando? Piden mayor asignación presupuestaria para el Centro de Capacitación para Ciegos.

    Los ciegos o personas especiales hacen su vigilia aguantando el picante sol o las lluvias repentinas del trópico. Es un espectáculo deprimente verlos ahí tirados al pie de la imponente estatua del héroe mejicano Benito Juárez, con una leyenda en que él indica: “El respecto al derecho ajeno es la paz”.

    Director del IDAC no habla  

    Al lado están los valientes controladores aéreos  y sus familiares, que iniciaron su viacrucis de humillaciones, perversidades,  arrogancia y persecuciones cuando nombraron al  director del Instituto Dominicano de Aviación Civil (IDAC), Alejandro Herrera. Los canceló de forma ilegal e arbitraria.   “Solo Dios sabe lo que hemos sufrido; no nos hemos suicidado de forma colectiva con toda la familia porque tenemos a Dios de nuestro lado”, me dijo uno. Se quejan que han dejado su vida en el oficio de controladores aéreos, algunos trabajan desde los años  “70”.  Nadie  los había molestado hasta que llegó  Herrera. “Yo comencé a trabajar en el año  1978 cuando Alejandro Herrera andaba encuero en su campo de San Juan”, gritó otro.

    Pregunté si se puede buscar una salida negociada. Respondieron que, aunque tienen una sentencia a su favor ordenando su reposición, siempre han  buscado el consenso. Pero Herrera se ha  mostrado todo el tiempo insensible,  altanero: se comporta como un dictador.  Se ha negado a reunirse con  interlocutores como el exvicepresidente  Rafael Alburquerque, el procurador general de la República,  Francisco Domínguez Brito. La  defensora del pueblo, doña Zoila Medina, acudió a la sede del IDAC y no le permitieron la entrada.  Cuentan  que al igual que a Alburquerque, a Zoila,  Herrera la insultó, sin tomar en cuenta su condición de respetable dama.

    La Asociación Dominicana de Controladores de Tránsito Aéreo (ADCA) denuncia que Herrera desafía a la justicia dominicana al desconocer la única sentencia que se ha emitido sobre el conflicto  hecha por el Tribunal Superior Administrativo, la TSA 230-2014, que ordena el reintegro a sus labores de los 28 empleados cancelados. Explicaron que el caso ha sido llevado a la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y a la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos, que lo conocerá el próximo mes.

    Para incluir su posición en este artículo, visité y llamé insistentemente al departamento de prensa  del IDAC. Me informaron que es un caso  cerrado y que “el señor director”  ha prohibido a sus empleados que hablen del tema de los controladores, so pena de ser cancelados. Una asistente de Alejandro me dijo que  él no me podía recibir porque siempre estaba muy ocupado y  no le interesaba hablar con la prensa. Noté que en toda la entidad hay un ambiente de miedo o tensión.