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    La boda entre RD y Haití; el canto triste

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    Un poema de Fernely Lebrón

     

    En tu trayecto la tierra de Pétion estaba señalada por el ronco bramido venido de ultratumba, y los truenos del averno que su fuerza desplegaron.

     

    Desgarramiento, dolor y un grito eterno que invade el aire, pesada carga de cuerpos mutilados, que yacen bajo escombros de un pueblo flagelado.

     

    …Y Caronte de nuevo ha llenado su barca de inocentes.

     

    Sórdida caravana de temblores que al terror nos lleva. Veo niños, veo ancianos, mujeres y hombres de miradas perdidas, veo un dolor interminable sobre media isla en el Caribe.

     

    El tiempo se detuvo bajo un cielo que llora la desgracia y la roca inclemente que le asfixia hasta la muerte.

     

    Sueños truncos y un espacio desolado.

     

    Tú, Abaddon, indescifrable ángel sin rostro y plomiza mirada que sobre hijos del África tendiste la guadaña.
    Puerto Príncipe ha muerto por tu culpa.

     

    …Y Caronte de nuevo ha llenado su barca de inocentes.

     

    Ahora la nada y la vergüenza de un mundo / golpeado en la conciencia, ayer indiferente, por fin, hoy, por Haití enternece la mirada.

     

    Y los brazos de todos se tienden al Caribe / corriendo ansiosamente al encuentro del hermano, el de piel nocturna sembrada de estrellas.

     

    ¿Cuál ha sido su karma?, me preguntó.

     

    ¿Cuál, la ofensa a Dios? No encuentro respuesta.

     

    Más de quinientos años de tragedia golpeándoles la piel.

     

    …Y Caronte de nuevo ha llenado su barca de inocentes.

     

    Boda sin divorcio

     

    Este poema fue escrito por el artista visual Fernely Lebrón en solidaridad con el pueblo haitiano por el terremoto del 12 de enero de 2010. Fue tomado de la revista «Aduanas», que le puso como título «Canto Triste por Haití: El mundo en un poema».

     

    Este canto sigue teniendo la misma o más vigencia de hace cinco años, las promesas para la reconstrucción de Haití que hizo la comunidad internacional nunca llegó. Los foros y campañas para acudir en auxilio del desbastado pueblo que se realizaron en República Dominicana y otros lugares del mundo, se quedaron en promesas.

     

    Centenares de damnificados del terremoto siguen en barracones, casuchas ubicadas frente a la sede de gobierno, que también fue destruido, al igual que la mayoría de las edificaciones estatales.

     

    Los intereses comunes entre dominicanos y haitianos deben ser defendidos sobre la base de la individualidad. Son dos naciones diferentes, cultura, lengua, religión, costumbres desiguales. Sin embargo, uno no puede vivir sin el otro. Para esa convivencia obligada se necesitan reglas claras.
    Es como dice la canción: «¡Ni contigo ni sin ti, tienen mis males remedios, contigo porque me mata, sin ti porque yo me muero…!».

     

    Los haitianos no pueden vivir sin los dominicanos. Los dominicanos no podemos vivir sin los haitianos. Con todas sus diferencias, tienen un matrimonio obligado y sin divorcio. Son un pájaro de dos alas, pero se necesitan reglas, que se cumplan las leyes migratorias y la soberanía de cada país. Que las autoridades de ambas naciones no humillen, no utilicen golpes bajos, puñaladas traperas el uno contra el otro.

     

    Es menester que República Dominicana, en un trabajo conjunto con naciones desarrolladas, impulsen iniciativas en Haití: Construcción de obras, reforestación, instalación de empresas de zonas francas, producción agrícola. Una ventaja para los inversionistas es que el haitiano es trabajador y su mano de obra es barata.