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Cómo se aborta en un país donde el aborto es ilegal

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Cómo se aborta en un país donde el aborto es ilegal

Hace 20 años, Yasna Lewin abortó. No fue una decisión fácil. A la carga emocional debió sumarle un factor aún más complejo: la clandestinidad.

En Chile, país donde vive, el aborto era –y sigue siendo- ilegal en cualquier circunstancia.
Pero el riesgo de terminar en la cárcel no logra detener a muchas de las chilenas que consideran el aborto como su derecho.

«Las mujeres en Chile abortan bajo las más diversas condiciones», le explica a BBC Mundo Lidia Casas, abogada investigadora del Centro de Derechos Humanos de la Universidad Diego Portales, autora de «La penalización del aborto como una violación a los Derechos Humanos de las mujeres», una de las investigaciones más completas y recientes sobre el tema en Chile.

«El aborto está cruzado fuertemente por la clase social a la que una mujer pertenece, desde métodos rudimentarios hasta centros asistenciales mucho más sofisticados, con mujeres que se autogestionan el aborto con (el medicamento) misoprostol y otras que viajan al extranjero».

Y algunos estudios estiman que la cifra anual puede superar los 100.000 abortos, incluso cuando abortar en Chile no es fácil ni barato y, como actividad clandestina, conlleva riesgos a la salud que pueden implicar hemorragias, histerectomías y hasta la muerte de la madre.

Evolución histórica

Existen sólo siete países en el mundo que penalizan la interrupción del embarazo bajo cualquier circunstancia: Vaticano, Malta, El Salvador, Honduras, Nicaragua, República Dominicana y Chile.

Pero el actual gobierno chileno espera sacarlo de la lista.

La presidenta Michelle Bachelet anunció que enviará en los próximos días al Congreso un proyecto de ley para despenalizar la interrupción del embarazo en casos de riesgo de vida de la madre, inviabilidad del feto y cuando sea resultado de una violación.

Chile permitió el aborto terapéutico hasta 1989. Una de las últimas medidas del gobierno de Augusto Pinochet fue su prohibición total.

A mediados de los 90, Lewin acudió a una clínica privada de la capital chilena.

Se sometió a un legrado -o raspado- que le costó unos US$1.750, unos US$2.800 actuales.

«En el caso de las que tenemos recursos podemos resolver la situación en un marco de clandestinidad, pero con seguridad. En cambio, quienes no tienen los recursos se ven obligadas a someterse a situaciones bien inhumanas, a veces con daños a su integridad», le dice Lewin a BBC Mundo.

Hace dos décadas las opciones quirúrgicas eran las más utilizadas por las mujeres de clase media y alta. Hoy, sin embargo, eso ha cambiado.

Luego de denuncias públicas en la prensa que derivaron en el encarcelamiento de mujeres y médicos, muchos dejaron de practicarlos.

Lewin y Casas coinciden en que hoy es difícil encontrar clínicas y hospitales donde se pueda abortar de manera segura y sanitariamente confiable.

Varias mujeres con recursos, que interrumpen su embarazo de manera clínica -generalmente pasadas las 12 semanas de gestación-, viajan a países donde está permitido, como Uruguay, Cuba y Estados Unidos.

Prefieren salir del país para no correr el riesgo de ser capturadas.

Para las mujeres de escasos recursos acceder aun aborto seguro era -y aún es- más complicado.

Generalmente, acudían a «parteros», personas dedicadas a interrumpir embarazos utilizando métodos como sondas o lavados uterinos con detergente.
Ahora tienen otras opciones.

La «democratización» de los abortos en Chile –y en Latinoamérica- tuvo que ver con el desarrollo de una pastilla: el misoprostol o misotrol.

La pastilla «mágica»

El misoprostol es reconocido mundialmente como un medicamento ginecológico, pero en Chile está autorizado oficialmente para fines gastronterológicos y sólo se autoriza su venta intrahospitalaria. En teoría.

Pero los médicos también lo recetan para otros casos.

«Los hospitales y las clínicas lo usan para las indicaciones de ginecología obstetricia. Es tremendamente útil para inducir un parto de término y el manejo de hemorragia post parto», le dice a BBC Mundo el doctor Omar Nazzal, vicepresidente de la Sociedad Chilena de

Obstetricia y Ginecología.

Pero también puede tener un uso abortivo. Vía oral, sublingual o vaginal es bastante efectivo para interrumpir embarazos dentro del primer trimestre de gestación.

Su introducción provocó un giro radical: las mujeres no necesitan asistencia de terceras personas para abortar.

semanas de embarazo es suficiente para un aborto «limpio» en menos de 24 horas, explican los expertos.

«Vacía el contenido uterino sin riesgo de rotura, infección o quemaduras. Es una pastilla que además no tiene secuelas», de ser administrada correctamente, le cuenta a BBC Mundo Anita Román, presidenta del Colegio de Matronas de Chile.

En Chile se consigue de manera clandestina, ya sea en el mercado negro o encargándolo en línea a otros países.

Según la investigación liderada por Casas, el fármaco fluctúa en el mercado negro entre los US$65 y US$200 y su acceso está controlado por «verdaderas mafias».

Sondas, ramas de apio y detergente

Con la aparición del misoprostol hace unos 14 años, «en toda Latinoamérica se produce un descenso de los abortos sépticos o infectados cuando estos eran provocados por maniobras externas», explica Ramiro Molina, ginecólogo infantojuvenil y profesor de la Universidad de Chile quien ha estudiado el tema por décadas.

Según Molina, el misoprostol fue prácticamente el fin de los «aborteros».

Sin embargo, todavía se ven abortos rudimentarios, especialmente en lugares rurales, asegura Román, como la introducción de ramas de apio o palillos por la vagina, sondas o lavados con detergente.

En el estudio de Casas cinco entrevistadas contaron haberse sometido a procedimientos de raspado o aspiración sin anestesia. BBCmundo